Pablo me llevó a casa y Alba estaba allí,
esperándonos, feliz por una pequeña parte por conocer a Pablo y muy preocupada
por mí. Ya que no era capaz de andar, Pablo me llevaba en brazos. Sentía sus pectorales
en mi cara, muy cerca, sus latidos del corazón, su respiración, cada suspiro,
cada movimiento. Cada dos por tres me miraba para asegurarse de que estuviera
bien y me daba un beso en la frente. Hasta entonces no había conocido bien su
faceta protectora, pero me encantaba. Me trataba con aquella ternura que solo él
sabe transmitir; me trataba como si fuera una muñequita que está a punto de
romperse, a la que hay que tratar con cuidado. Cuando estaba con él, me hacía
sentir una princesa.
Por el camino me venían imágenes de lo
ocurrido aquella horrible noche y mi cuerpo volvía a temblar, olvidando la
compañía. Pero en esos momentos Pablo me abrazaba con más fuerza aún, repitiéndome
que él siempre estaría ahí y que de ahí en adelante no iba a pasarme nada malo.
Él iba a ser mi protector, mi guía y protector.
Hubo un momento en el que me dí cuenta,
a pesar de cómo estaba, de lo mucho que había hecho Pablo por mí en aquella
noche. Me salvó de las garras del dolor y ahora me ayudaba a huir de ellas, dejándolas
atrás, y llevándome con él a un mundo en el que sólo existirían momentos de
felicidad, amor y dulzura. En el momento en el que reflexioné en apenas unos
segundos y me dí cuenta de aquello, me esforcé para que palabras de
agradecimiento saliesen de mi boca y llegasen al corazón de aquél hombre…
-Gracias por lo que has hecho-en cuanto
dije eso, Pablo reaccionó.
-Ey, no me tienes que agradecer nada.
-Sí, tengo que hacerlo. Gracias a ti
ahora estoy aquí. Muchas veces me he querido levantar antes pero no he podido
hasta escuchar tu voz. Ahora sé que estás a mi lado, y gracias a ello cada día
me levantaré para que recibas el amor que desprendo Pablo. Te quiero…
Aquél te quiero fue tímido pero
sincero. Quizás uno de los más sinceros que haya pronunciado jamás. Él no dijo
nada, creo que se emocionó, pero yo no corté su silencio.
-Todos los días me he preguntado cuándo
encontraría una persona que me entendiese, a la que le pudiera contar todo lo
que me está pasando y con la que compartir mis alegrías y mis penas. A veces,
en días negros, pensaba que eso nunca llegaría, que lo más cerca que estaría de
esa experiencia sería tener a alguien con la que convivir, nada más. Pero has
llegado tú, me has conquistado y ahora mismo desearía que la persona con la que
comparta todo eso seas tú, porque sí, porque me he dado cuenta de que eres
especial y desde el primer momento en el que te ví lo supe. Sé que ahora es un
mal momento, pero quieras o no, yo estaré a tu lado para salir adelante. Saldremos
de esto los dos juntos, como una pareja, como un solo corazón que late por dos.
Olatz, eres lo más importante que me ha pasado en mucho tiempo, y te cuidaré
como si fueras la última mujer en el mundo.
Todo eso lo dijo despacito, tranquilo,
pero cada palabra que deletreaba, lo notaba más emocionado que la anterior. Lo
notaba sincero y eso me gustaba. En aquél calor corporal que desprendía me quedé
dormida hasta despertarme en mi cama.
-Como pille al cerdo que le ha hecho lo
va a pagar…
-Pablo, te tienes que tranquilizar
porque ahora Olatz tiene que verte tranquilo, no te puede ver alterado o
nervioso.
-La quieres mucho, ¿verdad?
-Puf…Es como mi hermana pequeña…Llevamos
tantos años juntas…Hemos pasado por muchos momentos juntas, miles de historias,
aventuras, experiencias. Ella siempre ha estado a mi lado en los momentos más
difíciles, aún estando ella peor que yo…
-Se ve que os lleváis muy bien. Se pasa
el día hablando de ti.
-Es que es una persona increíble. Es
como que te quiere ayudar, estás tú primero que ella y eso es admirable…Me
acuerdo cuando murió Lucas. No sé si te habrá hablado de él…
-Me dijo que una persona especial para
ella se fue, nada más.
-Lucas era un chico alemán que conoció
Olatz y con el que lo compartía todo. Ellos no lo querían reconocer pero yo sé
que había amor entre los dos. La cosa es que él vivía en Canarias y no se podían
ver mucho pero hablaban todos los días y la distancia no impedía que se
quisieran tanto. El problema es que él empezó a notar algo raro y para cuando
se lo diagnosticaron, el cáncer óptico que tenía estaba muy extendido. Al
principio Olatz intentaba estar con él, protegerlo pero no podía, eso le
superaba debido a que ha conocido muchos casos de personas con cáncer a su
alrededor que han terminado mal. A Lucas le dieron poco tiempo de vida y ella
no lo aceptaba. Decía que eso no era posible, que era demasiado joven para que
esto se terminara así. El 11 de septiembre se fue. Olatz estuvo mucho tiempo
sin hablar, ni comer, ni dormir. Se pasaba el día encerrada en su habitación y
lo único que hacía era pensar y llorar. Yo me pasé todos esos días con ella
porque sentía que no podía dejarla sola, no entonces. Cuando se recuperó un
poco empezó a refugiarse en tu música y poco a poco eso le ha servido de ayuda
porque se dio cuenta de que así no podía seguir y que, por mucho que le
doliera, tenía que seguir adelante sin él, empezar de cero. Viajó a Alemania,
visitó su tumba y ahí comenzó una nueva vida en la que Lucas ocupaba su corazón…Hasta
hoy…
-Pues sí que lo pasó mal… Pero menos
mal que tú estuviste a su lado porque, aunque no te conozca mucho, me da la
sensación de que os parecéis mucho las dos…Sois las dos tan luchadoras, ayudáis
al prójimo… Y no sabes lo mucho que me emociona que, inconscientemente, haya
podido ayudar a personas como Olatz…
-Por una simple casualidad te conoció y
ahora no se puede separar de ti. Y sécate esas lágrimas anda, ¡que me vas a
hacer llorar a mí también!
-¿Te puedo abrazar? Tómalo como
agradecimiento por cuidar de Olatz y por ser así. Te quiere mucho, lo sé y
ahora yo me encargaré de que las dos seais felices, porque os lo merecéis.
-Un abrazo de Pablo Alborán no se
recibe todos los días… Ah, y que sepas que el 31 de Marzo había otra cosa que íbamos
a hacer juntas…Cumplir nuestro sueño de conocerte.
-Pues mira, por circunstancias no muy
agradables pero nos hemos conocido…
Escuché toda aquella conversación que
habían tenido, estando un poco dormida aún. Me dolía todo el cuerpo y no me
acordaba de nada de lo que había ocurrido. Tosí y los dos me miraron.
-Buenas tardes princesa mía-me dijo
Pablo mientras venía hacia mí, ya que, para hablar con Alba, se alejaron un
poco.
Me dio un beso en la frente pero yo le
reclamé uno en los labios, lo necesitaba, y sabía que él también.
-Cari, ¿cómo te encuentras?-me preguntó
Alba con una sonrisa tan bonita como ella.
-Me duele todo el cuerpo y creo que
estoy sangrando de una herida del brazo…-en cuanto dije eso Pablo apartó un
poco la sábana y vio que, efectivamente, estaba sangrando.
Se dispuso a salir de la puerta pero antes, le dijo a Alba:
-¿Qué te parece si empiezas a preparar
la cena mientras yo le curo las heridas? En cuanto termine te ayudo. Quiero
estar a solas con ella, si no te importa-esto último se lo dijo más bajito para
que yo no lo oyese, pero lo oí.
-Claro, tómate el tiempo que necesites,
ya me encargo yo.-Ví que Alba le respondió sonriente y la ví feliz por haber
conocido a Pablo. La verdad es que yo también lo estaba.
Pablo cogió lo necesario, cerró la
puerta de mi habitación, se quitó la camiseta debido al calor que hacía ahí
dentro y se sentó a mi lado.
Nunca antes lo había visto con el torso
desnudo. Era un monumento por ver, pero intenté disimular el calor que yo comencé
a sentir.
Pablo me miró a los ojos y me dijo algo
inseguro:
-¿Quieres hablar de lo que ocurrió
aquella noche? Estoy listo para escucharte y puede que te ayude el desahogarte…
-Está bien-yo no estaba muy segura-. No
hay mucho que contar pero bueno. Después de estar contigo y de despedirme en el
hotel, me fui hacia la plaza para coger el autobus allí. Antes de que entrara,
un chico de estatura media se acercó a mí, con tono tranquilo, y me preguntó dónde
estaba la calle Loiola-cada vez me sentía más agobiada, él lo notó y me cogió
de la mano, soltando todo lo que tenía- y yo se lo dije. Pero él me tiró fuerte
del brazo y me llevó a un jardin oscuro que hay allí. Me tiró bruscamente al
suelo y me dijo que me iba a divertir y se puso encima de mí. No sé ni cómo ni
de dónde pero saqué fuerzas y conseguí apartarlo de mí y salir corriendo. En
todo ese momento no te escapabas de mi mente y con el simple hecho de no volver
a verte…
-Amor, fuiste muy muy valiente haciendo
eso.
-Ya lo sé pero no me puedo quitar la
horrible imagen de la cabeza. Cada vez que cierro los ojos para dormir me veo a
mí en el suelo y a él pegándome golpes… -comencé a llorar.
-Ey, tranquila, ya ha pasado todo y
ahora estás conmigo y no te va a pasar nada.
Pablo se acercó
a mí, yo me incorporé un poco y él me abrazó, de modo que yo quedaba apoyada en
su hombro.
-Te amo.
Las
palabras me salieron sin querer. Pablo se quedó estupefacto. Me cogió de la
cara y me levantó la cabeza para verme los ojos. Acto seguido me sonrió. Su
sonrisa me hacía sentirme más segura de mí misma, me ayudaba a coger carrerilla
y avanzar en el camino.
Los días pasaban y yo cada vez estaba más
animada gracias a aquellas dos personas tan importantes, Alba y Pablo. Pablo y
yo cada vez estábamos más enamorados y un poco apenados porque pronto él se
tendría que marchar para comenzar con la Gira de Invierno.
Aquél lunes me levanté llena de alegría.
No sé el por qué pero tenía ganas de escribir, de dibujar, de todo. Quería
darle una sorpresa a Pablo así que le llamé a Alba para que viniese y así poder
ayudarme a prepararla. Mientras venía se me ocurrió escribirle una carta a
Pablo. Estaba inspirada y la prosa se me daba mejor que lo oral. Al haber estado
tanto tiempo sin escribir, las palabras me salían solas y enseguida tuve la
carta perfecta para el chico perfecto. La guardé en mi bolsillo y enseguida
llegó Alba. Trajo todo lo que le pedí: fresas, zumo, bombones, frambuesas… Me
quería llevar a Pablo a un sitio bonito e íntimo para estar tranquílamente y
disfrutar de su compañía, a modo de despedida. Ya tenía pensado el sitio
perfecto, ahora sólo me faltaba ir allí para preparar todo y esperar a su
llegada. Fuimos Alba y yo y lo preparamos todo: una manta en el suelo, las
frutas en unas fuentes tapadas y los zumos en unas jarras. Quería que aquella
tarde fuese especial y sólo faltaba el anfitrión.
-¿Quién soy?-le dije cuando le llamé
por teléfono.
-Una persona a la que noto feliz, ¿no
es así?-me dijo él.
-Acertaste, cómo me conoces. Te
propongo un plan.
-Dime, reina.
-Tú, yo, montaña, merienda. ¿Qué me
dices?
-¡Que me apunto!-lo notaba animado.
-Quedamos en mi casa dentro de media
hora. No hace falta que te diga que te pongas guapo. Besazo. Hasta ahora.
-Adiós cielo, enseguida estoy allí.
Sabía que iba a ser especial y estaba
nerviosa. Me vestí y le dije a Alba que me planchara el pelo. Me pinté un poco
los ojos y me eché colonia. Ya estaba lista.
Enseguida llegó él, tan puntual y tan
guapo como siempre. Hoy iba con una camisa de cuadros azul, mayormente y unos
pantalones negros. Iba guapísimo, como cada día.
-Bueno y dime, ¿a dónde me llevas esta
vez?-me dijo mientras íbamos en el coche.
-Es sorpresa, sólo te puedo decir que sé
que te gustará.
-Pues no adelantamos mucho…
Enseguida llegamos al parking. Desde
ahí teníamos que cruzar todo el bosque hasta llegar al sitio mágico, aquél
sitio en el que pasaríamos aquella tarde soleada de Febrero.
-Bueno, pues ya estamos. ¿Te gusta?
-Wow…Estoy sin palabras, esto es
alucinante. Siempre aciertas.
-Me alegro de que te guste. Siéntate,
tengo que darte algo.
-¿Ya está Olatz con su intriga?-siempre
tan bromista, me encantaba.
-No, esta vez te lo voy a poner fácil. Toma,
léelo, me voy al lado del lago a pensar un poquillo y te dejo tranquilo.
-¿Otra carta? Cada día me sorprendes más.
-De eso se trata cielo-le dije y le
guiñé el ojo mientras me levantaba y me iba.
Lo dejé leyendo…
“ Hola
Pablete.
Sé que te preguntarás por qué te
escribo cartas en vez de decirte las cosas a la cara. Pues es muy fácil: si las
escribo, podrás guardar mis palabras para siempre porque su significado durará
una eternidad.
La verdad es que no sé por dónde
empezar. Hemos vivido poco tiempo juntos, pero el que hemos vivido, me ha
bastado para saber que quiero pasar mis días contigo, disfrutando de tu sonrisa,
de tu risa, de tu humor y amor. Cuando estoy contigo es como si sólo existiera
el lado bueno del mundo, el lado con luz. Haces que todo parezca fácil porque,
a cada acción que haces, le sumas una sonrisa, o le sumas un beso con sabor a
caramelo que me vuelve loca. En cambio, cuando estoy sin ti, es como si el lado
oscuro del mundo se sumergiera dentro de mí y no me dejara ser feliz.
Sé que ahora vamos a pasar una
temporada separados; pero esto nos servirá para darnos cuenta de cuánta falta
nos hacemos mutuamente y nos ayudará a reforzar nuestra relación.
Ya sé que a lo largo de estos días lo
has pasado mal, con todo lo que ha pasado etc. Pero quiero que de ahora en
adelante todo sea nuestro, y por nada del mundo te voy a dejar escapar. Bueno,
ahora te dejo escapar para que hagas feliz con tu música a otra gente, porque sé
que lo necesita. Lo sé porque para mí es una necesidad, una rutina diaria que
necesito hacer para poder aguantar en este día a día. Pero ahora la cosa ha
cambiado. Ahora no te tengo dentro de mis cascos. Te tengo dentro de mi alma,
de mi corazón, dentro de mi cabeza, cada momento, cada minuto, y no te vas a
borrar de ahí jamás.
En todo momento estaré contigo, pase lo
que pase, porque sí, eres la razón de mi felicidad y quiero ser feliz junto a
ti. Solos tú y yo, yo y tú, nosotros.
Hicimos un juramento de sal y limón que
se cumplirá.
Gracias por hacerme sentir amor
verdadero.
Olatz “
Terminó de leer la carta y, sin decirme
nada, se acercó por detrás, me rodeó con sus brazos de modo que su cabeza
quedaba en mi hombro, al lado de la mía. Lo miré y ví esa lágrima de emoción
iluminada por el sol del atardecer.
-No te pregunto si te ha gustado. Los
sentimientos te delatan.
-Los sentimientos no me delatan, tú me
delatas, Olatz. Tú y tu amor hacéis que yo siga creciendo y mi amor sea solo
tuyo. Por mucho que no quiera deberíamos irnos a casa, Alba estará preocupada.
-Pablo,
no te preocupes de Alba, está avisada. Vamos a quedarnos aquí, contándonos
secretos y diciéndonos bajito que lo nuestro siempre se hará eterno.
Cuando terminé de decir eso, me dio la
vuelta y me besó. Un beso que parece que no va a terminar nunca. Un beso
apasionado, desenfrenado, de los que te llenan de pasión y amor. Amor carnal.
Allí nos quedamos, contándonos secretos. Secretos del amor que sentíamos.
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