sábado, 11 de febrero de 2012

6. NAVEGO ENTRE LAS OLAS DE TU VOZ...



            Los dos sabíamos hasta dónde queríamos llegar pero yo no estaba tan segura, era la primera vez que sentía aquél deseo pero era difícil decidir si quería que ese fuese el momento en el que llegaría hasta lo más extremo.
            Pablo me trataba con muchísima delicadeza, como si me fuera a romper. Me acariciaba, con cuidado, me besaba, me miraba para asegurarse de que estuviera bien, me transmitía su calor. Quería hacerlo pero no pude.
            -Pablo, lo siento pero no puedo…-le dije muy avergonzada.
            -Perdón, como empezaste pensé que… Lo siento- me dijo él sentándose a mi lado.
            -Ha sido culpa mía. ¿Podemos olvidar esto por favor? Me siento avergonzada…
            -Claro, no pasa nada.
            En su voz no noté la seguridad que tenía cada vez que hablaba conmigo. Noté una extraña sensación como de pena, miedo, pánico.
            Después de dejar de mirarle, me puse a mirar a mi alrededor. Muchos recuerdos llegaron a mi mente. Era como un Deja vu. Tiempo atrás estuve en aquél mismo sitio con Lucas, y pasó prácticamente lo mismo entre nosotros.
            -Ich vermisse dich, Lucas…-dije bajito. Pero Pablo lo oyó.
            -¿Has hablado en alemán?-me dijo sorprendido.
            -Sí…Cada vez que me acuerdo de Lucas unas palabras en alemán me salen de por sí solas…-tenía un nudito en la garganta; estaba a punto de echarme a llorar.
            -Y…¿Se puede saber qué significa?-me dijo él. Se le notaba curioso por saber lo que significaba aquello, pero a la vez asustado por preguntármelo.
            -Que lo echo de menos, Pablo. No puedo vivir sin él. Lo era todo y ahora se ha quedado en nada, en un simple recuerdo.-las lágrimas me salían solas.
            Pablo reaccionó enseguida. En cuanto me vio llorar me levantó del suelo, me cojió la mano para acercarme a él y me abrazó fuerte. Yo estaba temblando, no podía mantenterme en pie, me desvanecía. El bajón instantáneo que me había dado no podía soportarlo. Gracias a dios, Pablo estaba preparado y era él el que conseguía sujetarme y repetirme una y otra vez que ahí estaba para todo lo que necesitara, que me apoyara en él y que nunca recibiría un no por respuesta.
            -Hace tiempo estuvimos aquí los dos y no puedo quitármelo de la cabeza, Pablo. Cada día que pasa está más presente en mi vida. Creí que podría superarlo pero no puedo. No soy capaz de hacerle frente a esto. Él fue el que me enseñó miles de cosas, y ahora ya no está para ayudarme a cumplirlas. No puedo seguir-cada vez lloraba con más fuerza y Pablo lo notaba, yo lo sabía.
            -Cariño, sé que es difícil olvidarte de alguien al que has querido tanto. Lo sé, porque lo he vivido…Lo que tienes que hacer es seguir adelante, cumpliendo todo lo que él te enseñó y aprendiendo otras cosas para demostrarle que sigues ahí, acordándote de él y aprendiendo de los errores del pasado para superar los del futuro. Él te quiere, y esté donde esté, estoy seguro que está muy orgulloso de ti, porque yo, en tan sólo unas horas, un par de días, lo estoy de ti; porque he descubierto que eres una auténtica luchadora, y que te vengas abajo no significa que seas débil, significa que tienes tus sentimientos, que tienes corazón y lágrimas, y aquí estaré yo, a tu lado, para secar todas esas que caigan de tus ojos. Nunca te fallaré…Te lo prometo.
            Pablo se emocionó, y yo también. ¿Cómo era capaz de rasgarme el alma de aquella manera? Era inevitable quererlo como yo lo hacía. Le miré a los ojos y le dije algo que ni yo me esperaba decir, y que ni él esperaba recibir.
            -Te amo.
            Acto seguido nos besamos. Uno de esos besos llenos de lágrimas pero de película. Y es que eso era, era una película todo lo que estaba viviendo, pero cada día era más consciente de que era verdad. Era verdad aquello de que nos habíamos robado el corazón mutuamente y ahora lo teníamos guardado en la parte norte de nuestro alma, aquél que tenía escrito el nombre del apartado, ‘’Amor’’.
            Se estaba haciendo de noche pero, a causa de la buena temperatura que había arrancado, decidimos quedar a la noche para estar un rato en la playa.
            Sin él saberlo llevé mi guitarra, porque, por no saber, no sabía ni que sabía tocar. Ni sabía que era zurda tocando. Llegué antes que él a donde habíamos quedado, una zona en la playa donde había unas butacas de pago pero, al ser de noche, no había que pagar.
            Estaba terminando de afinar la guitarra, sentada en una de las dos butacas, al lado de unos dulces y un par de batidos que había llevado, cuando llegó él, con una camisa de cuadros rojos, grises y blancos, unos pantalones vaqueros oscuros y unas zapatillas grises. Me encantaba su forma de vestir y de ser.
            Yo seguía estando de bajón pero quería disfrutar de la noche, y no quería herir a Pablo porque sabía que estaría mal si me veía así a mí.
            -Buenas noches, cariño. ¿Y esa guitarra?- fue lo primero que me dijo cuando llegó.
            -Pues es una guitarra que me he encontrado por casa… No, es broma, sé tocar la guitarra…
            -¡¿Qué!? ¿Y yo no sabía nada?-me dijo indignado pero con una sonrisa en la cara.
            -Te dije que había muchas cosas de mí que no conoces.
            -Vale, pero esto no me lo esperaba, amor…Por cierto, tienes la guitarra al revés… ¿Seguro que sabes tocarla?
            -Pablo, ¿No ves que tiene las cuerdas al revés? Soy zurda, nene-le dije con amor.
            -Ups…Qué despiste… Y…Sé que es una pregunta algo absurda, pero, ¿sabes tocar alguna canción mía?-me dijo con ganas de que la respuesta fuera un sí.
            -Pues claro, cielo, me sé TODAS tus canciones- le dije mientras le hacía el gesto de que se sentara en la otra butaca.
            Él se sentó, después de darme un beso en la mejilla mientras me agarraba por detrás.      
            -¿’’Volver a empezar’’ y ‘’me colé por la puerta de atrás’’ también las sabes tocar?
            -Claro. Han sido las dos últimas que he aprendido a tocar…-estaba avergonzada porque la simple idea de pensar que Pablo me pediría que le tocase algo me aterrorizaba…
Y acerté.
            -Pues, ¿a qué estás esperando? Venga, calienta motores.
            -¿Qué te parece solamente tú?
            -De acuerdo. Tú tocas y yo canto.
Comencé a tocarla y Pablo a cantar…’’Haces que mi cielo vuelva a tener ese azul, pintas de colores mis mañanas, solo tú..’’. Pero en ese momento, antes de que él continuara,  continué yo: ‘’I surf le onde della tua voce…’’.
            Al decir eso, cantándolo en italiano, él se quedó alucinado y dijo sin cantar, bajito: ‘’Navego entre las olas de tu voz…’’.
            Y ahora estábamos allí; besándonos después de aquél momento, cogidos de las manos, con los dedos entrelazados, los corazones a cien y escuchando el sonido de las olas; las del mar y las de su voz.

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