Los dos
sabíamos hasta dónde queríamos llegar pero yo no estaba tan segura, era la
primera vez que sentía aquél deseo pero era difícil decidir si quería que ese
fuese el momento en el que llegaría hasta lo más extremo.
Pablo me
trataba con muchísima delicadeza, como si me fuera a romper. Me acariciaba, con
cuidado, me besaba, me miraba para asegurarse de que estuviera bien, me
transmitía su calor. Quería hacerlo pero no pude.
-Pablo, lo
siento pero no puedo…-le dije muy avergonzada.
-Perdón,
como empezaste pensé que… Lo siento- me dijo él sentándose a mi lado.
-Ha sido
culpa mía. ¿Podemos olvidar esto por favor? Me siento avergonzada…
-Claro, no
pasa nada.
En su voz
no noté la seguridad que tenía cada vez que hablaba conmigo. Noté una extraña
sensación como de pena, miedo, pánico.
Después de
dejar de mirarle, me puse a mirar a mi alrededor. Muchos recuerdos llegaron a
mi mente. Era como un Deja vu. Tiempo atrás estuve en aquél mismo sitio con
Lucas, y pasó prácticamente lo mismo entre nosotros.
-Ich vermisse
dich, Lucas…-dije bajito. Pero Pablo lo oyó.
-¿Has
hablado en alemán?-me dijo sorprendido.
-Sí…Cada
vez que me acuerdo de Lucas unas palabras en alemán me salen de por sí solas…-tenía
un nudito en la garganta; estaba a punto de echarme a llorar.
-Y…¿Se
puede saber qué significa?-me dijo él. Se le notaba curioso por saber lo que
significaba aquello, pero a la vez asustado por preguntármelo.
-Que lo
echo de menos, Pablo. No puedo vivir sin él. Lo era todo y ahora se ha quedado
en nada, en un simple recuerdo.-las lágrimas me salían solas.
Pablo
reaccionó enseguida. En cuanto me vio llorar me levantó del suelo, me cojió la
mano para acercarme a él y me abrazó fuerte. Yo estaba temblando, no podía
mantenterme en pie, me desvanecía. El bajón instantáneo que me había dado no
podía soportarlo. Gracias a dios, Pablo estaba preparado y era él el que
conseguía sujetarme y repetirme una y otra vez que ahí estaba para todo lo que
necesitara, que me apoyara en él y que nunca recibiría un no por respuesta.
-Hace
tiempo estuvimos aquí los dos y no puedo quitármelo de la cabeza, Pablo. Cada día
que pasa está más presente en mi vida. Creí que podría superarlo pero no puedo.
No soy capaz de hacerle frente a esto. Él fue el que me enseñó miles de cosas,
y ahora ya no está para ayudarme a cumplirlas. No puedo seguir-cada vez lloraba
con más fuerza y Pablo lo notaba, yo lo sabía.
-Cariño, sé
que es difícil olvidarte de alguien al que has querido tanto. Lo sé, porque lo
he vivido…Lo que tienes que hacer es seguir adelante, cumpliendo todo lo que él
te enseñó y aprendiendo otras cosas para demostrarle que sigues ahí, acordándote
de él y aprendiendo de los errores del pasado para superar los del futuro. Él
te quiere, y esté donde esté, estoy seguro que está muy orgulloso de ti, porque
yo, en tan sólo unas horas, un par de días, lo estoy de ti; porque he
descubierto que eres una auténtica luchadora, y que te vengas abajo no
significa que seas débil, significa que tienes tus sentimientos, que tienes
corazón y lágrimas, y aquí estaré yo, a tu lado, para secar todas esas que
caigan de tus ojos. Nunca te fallaré…Te lo prometo.
Pablo se
emocionó, y yo también. ¿Cómo era capaz de rasgarme el alma de aquella manera? Era
inevitable quererlo como yo lo hacía. Le miré a los ojos y le dije algo que ni
yo me esperaba decir, y que ni él esperaba recibir.
-Te amo.
Acto
seguido nos besamos. Uno de esos besos llenos de lágrimas pero de película. Y
es que eso era, era una película todo lo que estaba viviendo, pero cada día era
más consciente de que era verdad. Era verdad aquello de que nos habíamos robado
el corazón mutuamente y ahora lo teníamos guardado en la parte norte de nuestro
alma, aquél que tenía escrito el nombre del apartado, ‘’Amor’’.
Se estaba
haciendo de noche pero, a causa de la buena temperatura que había arrancado,
decidimos quedar a la noche para estar un rato en la playa.
Sin él
saberlo llevé mi guitarra, porque, por no saber, no sabía ni que sabía tocar. Ni
sabía que era zurda tocando. Llegué antes que él a donde habíamos quedado, una
zona en la playa donde había unas butacas de pago pero, al ser de noche, no había
que pagar.
Estaba
terminando de afinar la guitarra, sentada en una de las dos butacas, al lado de
unos dulces y un par de batidos que había llevado, cuando llegó él, con una
camisa de cuadros rojos, grises y blancos, unos pantalones vaqueros oscuros y
unas zapatillas grises. Me encantaba su forma de vestir y de ser.
Yo seguía
estando de bajón pero quería disfrutar de la noche, y no quería herir a Pablo
porque sabía que estaría mal si me veía así a mí.
-Buenas
noches, cariño. ¿Y esa guitarra?- fue lo primero que me dijo cuando llegó.
-Pues es
una guitarra que me he encontrado por casa… No, es broma, sé tocar la guitarra…
-¡¿Qué!? ¿Y
yo no sabía nada?-me dijo indignado pero con una sonrisa en la cara.
-Te dije
que había muchas cosas de mí que no conoces.
-Vale, pero
esto no me lo esperaba, amor…Por cierto, tienes la guitarra al revés… ¿Seguro
que sabes tocarla?
-Pablo, ¿No
ves que tiene las cuerdas al revés? Soy zurda, nene-le dije con amor.
-Ups…Qué
despiste… Y…Sé que es una pregunta algo absurda, pero, ¿sabes tocar alguna
canción mía?-me dijo con ganas de que la respuesta fuera un sí.
-Pues
claro, cielo, me sé TODAS tus canciones- le dije mientras le hacía el gesto de
que se sentara en la otra butaca.
Él se sentó,
después de darme un beso en la mejilla mientras me agarraba por detrás.
-¿’’Volver
a empezar’’ y ‘’me colé por la puerta de atrás’’ también las sabes tocar?
-Claro. Han
sido las dos últimas que he aprendido a tocar…-estaba avergonzada porque la
simple idea de pensar que Pablo me pediría que le tocase algo me aterrorizaba…
Y acerté.
-Pues, ¿a
qué estás esperando? Venga, calienta motores.
-¿Qué te
parece solamente tú?
-De
acuerdo. Tú tocas y yo canto.
Comencé a tocarla y Pablo a cantar…’’Haces que mi cielo
vuelva a tener ese azul, pintas de colores mis mañanas, solo tú..’’. Pero en
ese momento, antes de que él continuara,
continué yo: ‘’I surf le onde
della tua voce…’’.
Al decir eso, cantándolo en
italiano, él se quedó alucinado y dijo sin cantar, bajito: ‘’Navego entre las
olas de tu voz…’’.
Y ahora
estábamos allí; besándonos después de aquél momento, cogidos de las manos, con
los dedos entrelazados, los corazones a cien y escuchando el sonido de las
olas; las del mar y las de su voz.
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