sábado, 4 de febrero de 2012

1. ENSÉÑAME A SOÑAR



            Como otro día cualquiera me levanté de mi camita viendo mi súper póster de Pablete, como muchos le llaman. La verdad es que cualquiera desearía levantarse así, pero si esa sonrisa la tuvieras de verdad a tu lado y no pegada en una pared, sería un sueño hecho realidad.
            Me fui al baño y me lavé la cara. Antes de ponerme las lentillas fui al salón para encender la estufa, ya que por aquél entonces hacía bastante frío en mi ciudad. El invierno había llegado.
            Al acercarme a la puerta del salón, noté una extraña claridad en la calle. Al ir sin lentillas no veía tres en un burro por lo que me acerqué y observé que la calle estaba blanca, los coches cubiertos de nieve, los copos de la felicidad estaban cayendo.
Emocionada por aquél paisaje y todavía un poco dormida, me dispuse a preparar el desayuno para salir corriendo a fotografiar las calles cubiertas de nieve. Pero antes de eso, hice lo que hacía todas las mañanas que no tenía clase: encendí mi Sony VAIO y me conecté al tuenti rezando para que Alba, la alboranista más cercana que tengo, estuviera conectada.
 Y tuve suerte, aquél día, como casi todos, estaba conectada. Le hablé pero nuestra conversación terminó siendo por teléfono:
-¡Olatz! No te lo vas a creer.
Ella siempre solía estar sonriente y feliz, o por lo menos así la veía cada vez que hablaba con ella.
-¿Qué pasa? Te noto emocionada.- le dije, algo extrañada.
-¡¡VAMOS A CUMPLIR NUESTRO SUEÑO!!.
Aquellas palabras me marcaron, y sentí algo en el corazón. Algo extraño, como cuando recibes algo que no te esperabas que llegaría nunca pero que al final llega.
-¿¡Pero qué dices!?
-Que sí, ¡Que Pablo viene a Donostia!
No me lo creía. No podía mover la boca. Pero en el momento en el que me dispuse a pensar en lo que me acababa de decir, mis lágrimas de felicidad empezaron a recorrer mis mejillas, aterrizando sobre el pijama que todavía llevaba puesto.
-¿Qu..qué dices?-no, no me lo podía creer. Era demasiada buena suerte que primero conociera a alguien como Alba y  luego me dijeran que iba acumplir mi sueño junto a ella-. ¿Esto es un sueño o algo así? Si lo es, despiértame, anda.
-Olatz, sí, es un sueño, pero el sueño de tu vida y de la mía, el sueño que...¡Vamos a cumplir juntas!.
No era capaz de pensar en nada más que no fuera Pablo y Alba. Esas dos vidas eran las protagonistas de un sueño que estaba a punto de comenzar.
La conversación no duró mucho más. Terminamos quedando a las 12 en el centro de la ciudad para poder ir a coger las entradas antes que nadie. Eran las diez y media, por lo que me tendría que dar prisa si quería llegar puntual.
Me vestí, me puse todo lo que pillé en el armario, ya que suponía que haría mucho frío. Me pinté un poco los ojos y me peiné. Cojí mi BlackBerry y mi Canon y me dispuse a salir.
Cuando llegué a la parada de autobuses miré al reloj. Eran las once y media por lo que tenía tiempo de sobra de llegar y sacar alguna primera foto a aquél paisaje de mi ciudad. Exacto, entre que estaba escuchando ‘’En acústico’’ y  estaba embobada mirando el paisaje nevado, el viaje se me pasó volando y a las doce menos cuarto ya estaba allí, delante de aquél mar azul.
Saqué un par de fotos ya que por los nervios no podía concentrarme. Estaba demasiado emocionada por el concierto como para pensar en las fotos. ¿Qué importaba lo demás? Sólo me parecía importante el hecho de ir a un concierto de Pablo.
A las doce en punto llegó ella, tan radiante como siempre y con una sonrisa tan contajiosa como preciosa. Le dí un abrazo enorme en cuanto la vi. Enseguida fuimos a por las entradas. Estábamos en la playa de La Concha así que nos quedaban más o menos 10 minutos de camino hasta llegar a las taquillas del Kursaal, el sitio donde íbamos a cumplir nuestro sueño aquél inolvidable 31 de marzo de 2012.
-¿Cómo te enteraste de lo del concierto?- le dije con ganas de saberlo todo a Alba.
-Lo pusieron los del Club de fans oficial anoche, en su página. Quería darte yo la sorpresa, por eso quería llamarte rápidamente por teléfono, antes de que abrieras twitter.
-Puff… Todavía no me lo creo… Estamos a metros de conseguir los pases para subir a las nubes…-estaba muy feliz y emocionada, por lo que las palabras me salían solas.
-Tú tan poética como siempre, pittin.
Pittin, aquel mote que se había convertido en tan especial porque solo ella, Alba, me llamaba así. En sí no significa nada, sólo es una palabra bastante euskaldun.
            Cuando llegamos a la taquilla estábamos cubiertas de nieve, sobre todo yo, que iba toda vestida de negro.
            Enseguida nos atendieron y cinco minutos después ya teníamos las entradas. Al tenerlas en la mano me quedé petrificada mirándolas, pensado en toda la emoción que había sentido en ese margen de tiempo, y lo que faltaba por vivir…Me vinieron a la cabeza momentos difíciles de mi vida, pero al final de esos momentos llegó ÉL, la imagen de Pablo, y después de la imagen, una lágrima de felicidad. Alba la vió, y, sabiendo que continuaría cantando, me dijo bajito:
-Regálame tu risa…-y cuando  le miré, sonrió.
-Enséñame a soñar…-seguí cantando.
            La canción dice enséñame a soñar pero, en aquél momento, no necesitaba profesor para esa asignatura, el sueño venía de por sí solo, acompañado de una voz, la suya.

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