Estaba en una
nube en aquél momento: Tumbada en la arena, con la cabeza apoyada en el pecho
de Pablo, en el que sentía cada uno de los latidos de su corazón, aquél que
ahora protegería con mi vida, debido a que se lo había robado igual que él a mí.
Nos protegeríamos mutuamente cada minuto, cada segundo, cada melodía de cada
una de sus canciones; porque, no, yo no medía el tiempo en minutos, lo medía en
canciones. Exacto, para mí, el camino desde el autobus a casa era un ‘’Solamente
tú’’ mas ‘’Vuelve conmigo’’, ya que en cuanto llegaba a mi portal, la canción
terminaba; al igual que todas las canciones de ‘’En acústico’’ eran la duración
del camino a la felicidad, a la felicidad que estaba disfrutando por completo
en ese momento de nervios, alegría, emoción y amor…mucho amor del bueno.
Parecíamos una
parejita de esas que acaban de empezar, de las que todavía se avergüenzan al
decir o preguntar algo. ¿Pero qué digo? ¡Éramos de aquellas parejas! Es que en
ese momento sentía que conocía a Pablo desde siempre, como si hubiera sido una
de esas personas con las que estás desde chiquitita.
Un escalofrío
recorrió mi cuerpo. La arena estaba húmeda y yo lo noté en mi costado
izquierdo, el que tenía apoyado al lado de Pablo. Él lo notó y me miró.
-¿Tienes frío?
-Un poco…
Se levantó y
me dio la mano para que yo también me levantara. Al hacerlo, me frotó la
espalda mientras me abrazaba para darme calorcito, y me lo dio. Pablo era tan cálido.
No sé cómo describir aquello… Parecía una bolsita de agua caliente con piernas,
pero más bonita, por supuestísimo.
-¿No tienes
ningún evento, Pablo? Porque llevamos aquí más de media hora…
-No,
tranquila, hoy soy todo tuyo-me dijo con una sonrisa pícara-. Así que, ¿Qué te
parece si vamos a comer juntos? Invito yo.
-Sí y no.
Vamos, que sí que vamos pero que tú no invitas.
-Quedamos en
frente de mi hotel a la 13.30. ¿De acuerdo?-me dijo alegre pero a la vez tímido.
-Vale. No te
digo que te pongas guapo porque ya es imposible mejorarte- le dije, intentando romper
el hielo de aquél camino de vuelta a casa.
-Eso lo tengo
que decir yo, princesita, no tú.
-Mentir está
mal, nene-lo de nene me salió porque siempre o casi siempre que le escribía algún
mensaje por twitter le ponía nene, y él se acordó.
-¡Hey! Eso es
lo que me pones en casi todos los mensajes. ¿Por qué me llamas así?- me dijo él,
olvidándose de lo de ir guapo e intentando sonsacarme cosas para conocerme
mejor.
-Pues es una
palabra catalana como habrás podido observar. Y la sé porque la familia de
parte de mi padre es catalana y valenciana.
-¿En serio? ¿Y
sabes catalán?-me dijo, con más curiosidad aún y con cara de asombro cada vez
que conocía más cosas sobre mí.
-Un poquito.
La verdad es que no es el idioma que más me gusta… Hay muuuchos otros que me
atraen mucho más.
-¿Por
ejemplo..?-y seguía sonsacando.
-Pues
cualquiera de los seis idiomas que estu…
-¿¡Sabes seis
idiomas!?-me interrumpió él muy asombrado.
-Pues bien
bien sé euskera, castellano e ingles; en el instituto estudio francés y a parte,
como hobbie, estudio alemán e italiano.
Se quedó
boquiabierto, literalmente. Se la cerré yo con una sonrisa vergonzosa en la
cara.
-En serio,
eres una caja de sorpresas. He descubierto cosas de ti que jamás me creería
sobre ti…Eres increíble…
-Y lo que te
queda por descubrir…
-Hacemos una
cosa. Vamos a comer y después damos una vuelta y me cuentas todo lo que me
queda por saber, d’accord?- me
preguntó él en francés, con cara de esperarse una respuesta en otro idioma.
-Chiaro, ci troviamo alle 13.30.-se me quedó mirando perplejo-. Vamos que sí,
que nos vemos a las 13.30.
-Ciao amor-me dijo él, seguido de
un beso dulce en la boca. Cálido beso.
Me fui a casa. Quería que esa
comida fuera especial, por lo que intenté ponerme lo más arreglada posible,
dentro de mis limitaciones. Me puse unos leotardos negros, botas altas grises,
un jersey-vestido gris y un abrigo negro. Me lavé el pelo y me lo ricé un poco
con espuma. Me pinté los ojos, me eché colonia y cojí dinero.
Después del camino de casa al
autobus y de allí a su hotel, saqué mi blackberry para mirar la hora. Todavía
era la una.
‘’Pablo,
ya estoy lista, delante de tu hotel. ¿Voy a darme una vuelta o a reservar mesa?’’ Le puse por whatsapp.
Medio minuto después me llegó: ‘’Princesa, estoy casi listo. ¿Subes?
Habitación 215, 2ª planta ;)’’. No me lo podía imaginar: ¿Quería que
subiese a su habitación? Lo hice.
Cuando llegué toqué la puerta y oí
los pasos de Pablo. Salió con los pantalones y zapatillas puestos pero… sin
camiseta. Me sonrojé al ver ESA imagen. Qué cuerpo.
-Cielo, mi cara está más arriba…-me
dijo dándose cuenta de lo ocurrido.
-Perdón…-agaché la cabeza. Él me
la levantó, me miró a los ojos y me dijo-. Eres preciosa.
Hubo unos segundos de silencio en
los que los únicos que hablaban eran nuestros ojos. Los suyos eran destellos,
ojos oscuros con claros destellos. ¡Vaya ojos! Los míos en cambio eran
normalitos, pero parecían de gato, la verdad. Con alguna iluminación se me ponían
tan claros que parecían amarillos.
Pablo cojió aquella camiseta
negra que tanto me gustaba, un abrigo gris, el Iphone y nos dispusimos a salir.
Llegamos al restaurante en unos
minutos, y por el camino, aunque yo no me acostumbrara, él fue agarrándome de
la cintura con su brazo derecho, mientras la otra mano la tenía en el bolsillo
y yo le sostenía la que tenía alrededor de mi cintura con mi mano fría.
-¿Te han dicho alguna vez que
pareces un cubito de hielo?-me dijo, al notar mi mano fría.
-Sí, bueno, me lo suelen decir
pero no sé el por qué- los dos nos reímos.
Me encantaba estar con Pablo
porque, en apenas horas que habíamos estado juntos, habíamos reído por tonterías
que a nadie le harían gracia pero que nosotros entendíamos.
Dentro del restaurante hacía
buena temperatura, no tan cálida como Pablo, pero me gustaba aquél sitio. Yo
pedí una ensalada y rape al horno. Y Pablo pidió una paella y bacalao al pil
pil porque, como él me dijo, quería acostumbrarse a las especialidades del
norte.
La comida constó en charlas sobre
diferentes cosas. Ya sabía cosas de Pablo como que le gustaban los animales, el
padel, andar en bici, etc. Y él sabía cosas de mí como que me encantaba el
longboarding, dibujar, etc.
Salimos del sitio y ya eran las
17.00, por lo que nos dispusimos a dar una vuelta.
-¿Qué te parece si me sorprendes
con algún sitio que conozcas, que creas que me gustará, y me sorprendes contándome
más cosas sobre ti?
-De acuerdo. Pero con una condición.-le
dije yo con mi mirada clavada en la suya.
-Lo que sea-lo dijo seguro de sí
mismo.
-Después de que te cuente lo que
me gusta hacer me tienes que dejar probar algo, para ver tu reacción.- yo ya
tenía en mente lo que quería. Lo sabía desde el principio-.¿Aceptas?
-Acepto.
Pensé llevarlo al Monte Urgull,
ya que allí había un sitio interesante, El Cementerio de Los Ingleses. Pero opté
por un sitio más íntimo y bonito, un lugar en el que, por muy mal tiempo que
haga, las vistas son preciosas, el Monte Ulía.
Llegamos allí, estuvimos hablando
un rato sobre los deportes que yo practicaba, lo de los idiomas, etc. Estábamos
en un sitio en el que poca gente conocía y que estaba segura que nadie iría ese
día, debido al tiempo.
Del cansancio, me tumbé en la
hierba pero esta vez tumbé a Pablo a mi lado mientras lo besaba poco a poco y él
me iba agarrando cada vez más cerca suyo. Ahora Pablo y yo tumbados, muy juntos,
olvidando el mundo sin nadie que supiera que estábamos allí.
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