lunes, 6 de febrero de 2012

3. SABOR A CARAMELO


      La siguiente hora pasó entre sonrisas y lágrimas por mi parte, y gran ternura y dulzura por la suya. Para cuando nos dimos cuenta estaba anocheciendo y en ese momento en el que ví el sol reflejado en los ojos marrones azabache de Pablo supe que aquello era más que una relación cantante-seguidora, sentía la necesidad de no separarme jamás de él.
      Bajamos al puerto como ‘’despedida’’, y en una roca, como no, tropecé y casi me caí, pero ahí estaba mi héroe para tenderme la mano por segunda vez en una tarde.
En ese tiempo en el que estuvimos juntos, me fijé en muchas cosas de Pablo. Por ejemplo en esa sonrisilla pícara que pone cuando va a contar algo travieso, o ese movimiento de piernas constante que tiene cuando está sentado, como si estuviera sentado. Pero, en lo que más me fijé y lo que más me impactó fue en cómo me miraba cada vez que abría la boca para contarle algo.
-Olatz…-cada vez que decía mi nombre le sonreía porque, al ser un nombre tan especial, le costaba pronunciarlo y no se le veía del todo seguro.- Sé que esto a lo mejor te parece una locura, y sé que a lo mejor lo es porque estoy un poco loco…
-Loco de atar…-dije yo susurrando.
-Sí, eso. Pero… Te quería proponer si te gustaría venir a correr conmigo mañana al a mañana… He leído por twitter que te gusta el deporte así que otra cosa más en común…¿No?
Esa pregunta me dejó un tanto descolocada. Rebobinemos: Pablo me quería llevar a correr con él y sabía que me gustaba el deporte.
-¿Y qué pasa si te digo que no?-le dije sonriente.
-Pues que vendrás igual igual o haría todo lo posible para que vinieras.
-Bueenooo.. Si insistes…-le dije yo.
Todavía estaba presente el recuerdo de Lucas, pero dentro sentía una necesidad de disfrutar de la compañía de Pablo, como si Lucas me pidiese que lo disfrutara.
-No conozco la ciudad así que, ¿qué te parece si quedamos en frente de mi hotel? Soy un poquillo desorientado…
-Claro, dime a qué hora y ahí estaré. Y entrena un poco antes de que llegue que estás compitiendo con una atleta-le dije dándole un toque en el hombro.
-Bueno, eso ya lo veremos. A las nueve aquí mismo.
Antes de irse sonrió y lo ví acercarse a mí hasta que me dio un beso en la mejilla. En mis 14 años de vida no había recibido NUNCA un beso tan especial como el suyo, un beso con sabor a caramelo. Cuando se dispuso a entrar al hotel le agarré de aquella mano morenita y le dije:
-No tardes. Odio esperar en las citas.-Dios, ¿Qué había dicho? Otra vez el subconsciente me había engañado-. Perdón, quería decir que no llegaras tarde… Me voy, adiós.
Esta vez fue él el que me agarró de la mano diciéndome:
-Tranquila, yo también estoy nervioso… Hasta mañana princesa.
Se dio la vuelta y subió los pocos escalones que llevaban a la recepción del hotel. “Princesa”… Me había llamado princesa…¿Estaba dormida en aquél momento?
Llegué a casa y le llamé a Alba, suponiendo que estaría comiéndose las uñas por no saber nada. Y voilà, así fue. Le conté todo lo ocurrido y cuando terminamos de hablar me fui a la ducha.
Me gustaban esos momentos de reflexión que se hacen en la ducha, tenías tanto tiempo para pensar… Y cantar…Pensé en todo lo ocurrido, en aquél ‘’Princesa’’ que salió de los labios de sabor a caramelo de Pablo y aquél ‘’Hacéis muy buena pareja’’ que me dijo Alba cuando hablamos por teléfono y le conté todo. Muchas veces había soñado en ser amiga de Pablo pero… ¿Quién no sueña con cosas así?
No… Lucas vuelve a mis pensamientos… Y con él volvieron todos los momentos que vivimos juntos, todas las historias que compartimos, y el viaje que hice a Alemania para visitarlo cuando supe que se había ido… En aquél viaje estuvo Pablo presente en todo momento. En el avión me dediqué a ver videos suyos, canciones, noticias, todo lo que lo rodeara.
Quién lo diría…Meses atrás estaba moviendo tierra y cielo para poder ver a Pablo de cerca… Y ahora que lo tenía cerca no era capaz de decirle todo lo que sentía por él. Me daba vergüenza y a la vez me parecía una tontería porque, ¿cuántas veces habrá oído Pablo todo lo que sienten por él? Sería imposible decir algo que nunca le hayan dicho…
Pero en un momento de inspiración, me sequé el pelo y se me ocurrió la idea de escribir lo que sentía porque, si no era capaz de decirselo a la cara, se lo diría de la forma que mejor se me daba, narrativamente.
Me puse el pijama, cojí mi portatil y me tumbé en la cama mientras escuchaba a Pablo. Con cada frase llena de sentimiento en cada canción, una idea aterrizaba en mi húmeda cabeza hasta terminar en mi corazón. Comencé a escribir…
Pablo… Sé que lo que leerás a continuación será una de las muchas declaraciones que te han hecho. Algunas habrán sido sinceras, otras no tanto. Pero estas humildes letras que leerás, escritas por tu Donostiarra, son sacadas de lo más hondo de mi corazón, ese recóndito lugar que pocos han podido conquistar; ese lugar en el que los pensamientos más puros y profundos habitan; ese lugar en el que descansa tu sentimiento, aquél que me da las fuerzas necesarias para poder abrir los ojos cada mañana y cerrarlos cada noche. Las fuerzas para enfrentarme a la vida, a esa gran lucha tan difícil de combatir; esa gran lucha que muchos no son capaces de retar. Pero yo sí, he sido capaz, he sido capaz de, no ganar, sino enfrentarme a la pelea de levantarme cada mañana, con ese rayo de sol esperanzador que entra por mi ventana y decirle al mundo: ‘’Aquí estoy, y aquí estaré’’. Es verdad que a veces los combates para esta lucha no se completan con éxito pero, sigo estando aquí.
Esas mañanas en las que sólo tengo ganas de rendirme y quedarme entre las sábanas frías llega tu pensamiento a mi cabeza, luego a mi corazón, hasta aterrizar en mi alma. El alma que me obliga a levantarme, mirar al firmamento y ganar uno de los 366 combates del año.
Ya se sabe que el camino más facil es el de rendirse y quedarse a mitad del viaje: pero prometí que iría de tu  mano hasta el final de este sueño que empezó en el sofá de tu casa, recorre tierra y agua, y del que no se conoce la meta. Pero eso tardará en llegar, tardará muchos años, y en esos años será cuando sientas cerca tu gente. Esa gente que se ha unido por un único sentimiento con nombre y apellido. Esa gente que se pasa día y  noche con el pensamiento de Pablo Alborán en su cabeza. Esa gente que, al igual que yo, utiliza ese sentimiento lleno de amor para poder avanzar el peón de esta mesa de ajedrez que es la vida y hacerle jaque mate al destino.
Momentos malos los tiene todo el mundo, y los momentos buenos hay que buscarlos. Por eso, yo he buscado, he removido el Mundo de arriba abajo y el detino ha querido que tú y yo nos encontremos en este túnel por el que estaba pasando.
Hay millones de palabras más que te podría escribir, pero esta emoción que me corroe me lo impide, por lo que, si te interesa saber todo lo que siente esta muchacha luchadora que muere por ti, pregúntaselo, y respuestas recibirás.
Esto es para siempre, Pablo. Es un juramento de sal y limón.

                                   Olatz.                                                                         ‘’

Al terminar aquella carta no pude evitar llorar, llorar de rabia, de dolor, y de alegría al mismo tiempo. Lloré, y a la vez que lloraba el pensamiento de aquella tarde vivida en la playa vino a mí en forma de sonrisa. Y con aquella sonrisa me dormí.
            A la mañana siguiente, estaba nerviosa y a las 6 ya estaba despierta. Aproveché para arreglarme un poco el pelo, entrenar un poco y perfeccionar la carta que le iba a dar a mi príncipe.
A las 8 y media salí de casa, cojí el autobús y me fui. Al bajar de él me miré de arriba abajo para confirmar que todo estuviera bien, lo estaba.
-¡Buenos días reina!-me dijo Pablo, llegando a donde yo estaba, atacándome por la espalda de imprevisto.
Princesa, reina, creo que su objetivo es mencionar a toda la realeza...
-Buenos días nene, ¿Cómo ha dormido hoy el príncipe?-le dije sonriendo al oler ese dulce aroma a café que traía.
-El príncipe no lo sé, pero Pablete ha dormido más bien poquito.
Aquél sentido del humor desde por la mañana era incomparable.
-Uy, ¿y eso? ¿Tenías miedo de que viniera el Coco? Claro, como no estás con tu mami…-le dije en tono pícaro, sacando la lengua.
-Te veo feliz y eso me gusta.-me dijo él, seguro de su respuesta.
-Estoy feliz gracias a ti y gracias a la oportunidad que tengo de darte esto. Toma-le di la carta-. Léelo y luego me dices…
-Está bien…¿Qué será? No será alguna foto  mía para autógrafos, ¿no?-me dijo, riéndose-. Vamos, empezamos a correr un poquito y mientras tanto la leo.
Fuimos a la playa del día anterior, La Concha. Estaba desierta, ya que a esas horas la brisa marina era fresca. Cuántos recuerdos del día pasado. Momentos de risa que nunca, jamás, pensé que viviría al lado de alguien como él. Creía que empezaba a sentir algo, pero sabía que no podía ser…¿Pablo Alborán con alguien como yo? Más bien película de risa.
Pablo continuaba leyendo la carta, pero cada vez su sonrisa iba desvaneciendo más y más, y su velocidad cada vez era más lenta, hasta el momento en que se paró, y yo a su lado.
Terminó de leer la carta, la dobló, la metió en el bolsillo y se puso mirando al mar, dándome así la espalda.
Me asusté. ¿Le habría molestado? No lo sabía y estaba asustada.
-¿Pasa algo…?-le dije no muy segura de mi pregunta.
-Pasa que no, nunca he recibido algo así. No, nunca he conocido a alguien como tú y creo que nunca la conoceré. Todo lo que me has contado en esta carta me hace sentir orgulloso a la vez que poderoso. Poderoso por poseer a seguidoras como tú. Gracias.-tenía la voz temblorosa, como si estuviera emocionado.
Me coloqué en frente de él, de tal manera que le podía ver los ojos. Los ojos que estaban cristalizados. Los ojos marrones azabache que cada vez se llenaban de más lágrimas. Lo había visto emocionarse pero nunca pensé que lo haría con algo que yo le hubiera dado.
-Entonces…¿Te ha gustado?-le pregunté, emocionada yo también.
-Eso ni se pregunta.-me respondió él, cuando parpadeó y una lágrima recorrió su cara.
No pude evitar quitarle la lágrima con mi dedo índice. Por una parte estaba feliz porque le gustó lo que escribí, pero por otra parte me sentía rara por aquella sensación de ver a Pablo llorar, de haberlo hecho llorar.
-Cosas como ésta, sólo se repiten una vez en la vida-dicho esto, se acercó a mí, mirándome a los ojos en todo momento-. Por ello quiero darte algo para comprobar si de verdad quiero que esto se repita o simplemente es un sueño imposible que nunca conseguiré.
Se acercó más. Sentí su mano temblorosa cogiendo la mía. Era cálida, me gustaba esa sensación. El pobre estaba temblando; no sé si del frío del mar o de los nervios. Y sucedió. Sentí sus labios sugerentes pegarse contra los míos y sentí su frente contra la mía cuando el beso cesó y me sonrió. Ahora nos encontrábamos con nuestras frentes juntadas y una sonrisa en la boca.
Aquél sabor a caramelo otra vez.

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