La
siguiente hora pasó entre sonrisas y lágrimas por mi parte, y gran ternura y
dulzura por la suya. Para cuando nos dimos cuenta estaba anocheciendo y en ese
momento en el que ví el sol reflejado en los ojos marrones azabache de Pablo
supe que aquello era más que una relación cantante-seguidora, sentía la
necesidad de no separarme jamás de él.
Bajamos
al puerto como ‘’despedida’’, y en una roca, como no, tropecé y casi me caí,
pero ahí estaba mi héroe para tenderme la mano por segunda vez en una tarde.
En ese tiempo
en el que estuvimos juntos, me fijé en muchas cosas de Pablo. Por ejemplo en
esa sonrisilla pícara que pone cuando va a contar algo travieso, o ese
movimiento de piernas constante que tiene cuando está sentado, como si
estuviera sentado. Pero, en lo que más me fijé y lo que más me impactó fue en cómo
me miraba cada vez que abría la boca para contarle algo.
-Olatz…-cada
vez que decía mi nombre le sonreía porque, al ser un nombre tan especial, le
costaba pronunciarlo y no se le veía del todo seguro.- Sé que esto a lo mejor te
parece una locura, y sé que a lo mejor lo es porque estoy un poco loco…
-Loco de atar…-dije
yo susurrando.
-Sí, eso.
Pero… Te quería proponer si te gustaría venir a correr conmigo mañana al a
mañana… He leído por twitter que te gusta el deporte así que otra cosa más en
común…¿No?
Esa pregunta
me dejó un tanto descolocada. Rebobinemos: Pablo me quería llevar a correr con él
y sabía que me gustaba el deporte.
-¿Y qué pasa
si te digo que no?-le dije sonriente.
-Pues que
vendrás igual igual o haría todo lo posible para que vinieras.
-Bueenooo..
Si insistes…-le dije yo.
Todavía
estaba presente el recuerdo de Lucas, pero dentro sentía una necesidad de
disfrutar de la compañía de Pablo, como si Lucas me pidiese que lo disfrutara.
-No conozco
la ciudad así que, ¿qué te parece si quedamos en frente de mi hotel? Soy un
poquillo desorientado…
-Claro, dime
a qué hora y ahí estaré. Y entrena un poco antes de que llegue que estás
compitiendo con una atleta-le dije dándole un toque en el hombro.
-Bueno, eso
ya lo veremos. A las nueve aquí mismo.
Antes de irse
sonrió y lo ví acercarse a mí hasta que me dio un beso en la mejilla. En mis 14
años de vida no había recibido NUNCA un beso tan especial como el suyo, un beso
con sabor a caramelo. Cuando se dispuso a entrar al hotel le agarré de aquella
mano morenita y le dije:
-No tardes.
Odio esperar en las citas.-Dios, ¿Qué había dicho? Otra vez el subconsciente me
había engañado-. Perdón, quería decir que no llegaras tarde… Me voy, adiós.
Esta vez fue él
el que me agarró de la mano diciéndome:
-Tranquila,
yo también estoy nervioso… Hasta mañana princesa.
Se dio la
vuelta y subió los pocos escalones que llevaban a la recepción del hotel. “Princesa”…
Me había llamado princesa…¿Estaba dormida en aquél momento?
Llegué a casa
y le llamé a Alba, suponiendo que estaría comiéndose las uñas por no saber
nada. Y voilà, así fue. Le conté todo
lo ocurrido y cuando terminamos de hablar me fui a la ducha.
Me gustaban
esos momentos de reflexión que se hacen en la ducha, tenías tanto tiempo para
pensar… Y cantar…Pensé en todo lo ocurrido, en aquél ‘’Princesa’’ que salió de
los labios de sabor a caramelo de Pablo y aquél ‘’Hacéis muy buena pareja’’ que
me dijo Alba cuando hablamos por teléfono y le conté todo. Muchas veces había
soñado en ser amiga de Pablo pero… ¿Quién no sueña con cosas así?
No… Lucas
vuelve a mis pensamientos… Y con él volvieron todos los momentos que vivimos
juntos, todas las historias que compartimos, y el viaje que hice a Alemania para
visitarlo cuando supe que se había ido… En aquél viaje estuvo Pablo presente en
todo momento. En el avión me dediqué a ver videos suyos, canciones, noticias,
todo lo que lo rodeara.
Quién lo diría…Meses
atrás estaba moviendo tierra y cielo para poder ver a Pablo de cerca… Y ahora
que lo tenía cerca no era capaz de decirle todo lo que sentía por él. Me daba
vergüenza y a la vez me parecía una tontería porque, ¿cuántas veces habrá oído
Pablo todo lo que sienten por él? Sería imposible decir algo que nunca le hayan
dicho…
Pero en un
momento de inspiración, me sequé el pelo y se me ocurrió la idea de escribir lo
que sentía porque, si no era capaz de decirselo a la cara, se lo diría de la
forma que mejor se me daba, narrativamente.
Me puse el
pijama, cojí mi portatil y me tumbé en la cama mientras escuchaba a Pablo. Con
cada frase llena de sentimiento en cada canción, una idea aterrizaba en mi húmeda
cabeza hasta terminar en mi corazón. Comencé a escribir…
“Pablo… Sé que lo que leerás a continuación
será una de las muchas declaraciones que te han hecho. Algunas habrán sido
sinceras, otras no tanto. Pero estas humildes letras que leerás, escritas por
tu Donostiarra, son sacadas de lo más hondo de mi corazón, ese recóndito lugar
que pocos han podido conquistar; ese lugar en el que los pensamientos más puros
y profundos habitan; ese lugar en el que descansa tu sentimiento, aquél que me
da las fuerzas necesarias para poder abrir los ojos cada mañana y cerrarlos
cada noche. Las fuerzas para enfrentarme a la vida, a esa gran lucha tan difícil
de combatir; esa gran lucha que muchos no son capaces de retar. Pero yo sí, he
sido capaz, he sido capaz de, no ganar, sino enfrentarme a la pelea de
levantarme cada mañana, con ese rayo de sol esperanzador que entra por mi
ventana y decirle al mundo: ‘’Aquí estoy, y aquí estaré’’. Es verdad que a
veces los combates para esta lucha no se completan con éxito pero, sigo estando
aquí.
Esas mañanas en las que sólo tengo ganas de
rendirme y quedarme entre las sábanas frías llega tu pensamiento a mi cabeza,
luego a mi corazón, hasta aterrizar en mi alma. El alma que me obliga a
levantarme, mirar al firmamento y ganar uno de los 366 combates del año.
Ya se sabe que el camino más facil es el de
rendirse y quedarse a mitad del viaje: pero prometí que iría de tu mano hasta el final de este sueño que empezó
en el sofá de tu casa, recorre tierra y agua, y del que no se conoce la meta. Pero
eso tardará en llegar, tardará muchos años, y en esos años será cuando sientas cerca
tu gente. Esa gente que se ha unido por un único sentimiento con nombre y
apellido. Esa gente que se pasa día y
noche con el pensamiento de Pablo Alborán en su cabeza. Esa gente que,
al igual que yo, utiliza ese sentimiento lleno de amor para poder avanzar el peón
de esta mesa de ajedrez que es la vida y hacerle jaque mate al destino.
Momentos malos los tiene todo el mundo, y
los momentos buenos hay que buscarlos. Por eso, yo he buscado, he removido el
Mundo de arriba abajo y el detino ha querido que tú y yo nos encontremos en
este túnel por el que estaba pasando.
Hay millones de palabras más que te podría
escribir, pero esta emoción que me corroe me lo impide, por lo que, si te
interesa saber todo lo que siente esta muchacha luchadora que muere por ti,
pregúntaselo, y respuestas recibirás.
Esto es para siempre, Pablo. Es un juramento
de sal y limón.
Olatz. ‘’
Al terminar
aquella carta no pude evitar llorar, llorar de rabia, de dolor, y de alegría al
mismo tiempo. Lloré, y a la vez que lloraba el pensamiento de aquella tarde
vivida en la playa vino a mí en forma de sonrisa. Y con aquella sonrisa me dormí.
A la mañana siguiente, estaba
nerviosa y a las 6 ya estaba despierta. Aproveché para arreglarme un poco el
pelo, entrenar un poco y perfeccionar la carta que le iba a dar a mi príncipe.
A las 8 y
media salí de casa, cojí el autobús y me fui. Al bajar de él me miré de arriba
abajo para confirmar que todo estuviera bien, lo estaba.
-¡Buenos días
reina!-me dijo Pablo, llegando a donde yo estaba, atacándome por la espalda de
imprevisto.
Princesa,
reina, creo que su objetivo es mencionar a toda la realeza...
-Buenos días
nene, ¿Cómo ha dormido hoy el príncipe?-le dije sonriendo al oler ese dulce
aroma a café que traía.
-El príncipe
no lo sé, pero Pablete ha dormido más bien poquito.
Aquél sentido
del humor desde por la mañana era incomparable.
-Uy, ¿y eso? ¿Tenías
miedo de que viniera el Coco? Claro, como no estás con tu mami…-le dije en tono
pícaro, sacando la lengua.
-Te veo feliz
y eso me gusta.-me dijo él, seguro de su respuesta.
-Estoy feliz
gracias a ti y gracias a la oportunidad que tengo de darte esto. Toma-le di la
carta-. Léelo y luego me dices…
-Está bien…¿Qué
será? No será alguna foto mía para autógrafos,
¿no?-me dijo, riéndose-. Vamos, empezamos a correr un poquito y mientras tanto
la leo.
Fuimos a la
playa del día anterior, La Concha. Estaba desierta, ya que a esas horas la
brisa marina era fresca. Cuántos recuerdos del día pasado. Momentos de risa que
nunca, jamás, pensé que viviría al lado de alguien como él. Creía que empezaba
a sentir algo, pero sabía que no podía ser…¿Pablo Alborán con alguien como yo? Más
bien película de risa.
Pablo continuaba
leyendo la carta, pero cada vez su sonrisa iba desvaneciendo más y más, y su
velocidad cada vez era más lenta, hasta el momento en que se paró, y yo a su
lado.
Terminó de
leer la carta, la dobló, la metió en el bolsillo y se puso mirando al mar, dándome
así la espalda.
Me asusté.
¿Le habría molestado? No lo sabía y estaba asustada.
-¿Pasa algo…?-le
dije no muy segura de mi pregunta.
-Pasa que no,
nunca he recibido algo así. No, nunca he conocido a alguien como tú y creo que
nunca la conoceré. Todo lo que me has contado en esta carta me hace sentir
orgulloso a la vez que poderoso. Poderoso por poseer a seguidoras como tú.
Gracias.-tenía la voz temblorosa, como si estuviera emocionado.
Me coloqué en
frente de él, de tal manera que le podía ver los ojos. Los ojos que estaban
cristalizados. Los ojos marrones azabache que cada vez se llenaban de más lágrimas.
Lo había visto emocionarse pero nunca pensé que lo haría con algo que yo le
hubiera dado.
-Entonces…¿Te
ha gustado?-le pregunté, emocionada yo también.
-Eso ni se
pregunta.-me respondió él, cuando parpadeó y una lágrima recorrió su cara.
No pude
evitar quitarle la lágrima con mi dedo índice. Por una parte estaba feliz
porque le gustó lo que escribí, pero por otra parte me sentía rara por aquella
sensación de ver a Pablo llorar, de haberlo hecho llorar.
-Cosas como ésta,
sólo se repiten una vez en la vida-dicho esto, se acercó a mí, mirándome a los
ojos en todo momento-. Por ello quiero darte algo para comprobar si de verdad
quiero que esto se repita o simplemente es un sueño imposible que nunca
conseguiré.
Se acercó más.
Sentí su mano temblorosa cogiendo la mía. Era cálida, me gustaba esa sensación.
El pobre estaba temblando; no sé si del frío del mar o de los nervios. Y sucedió.
Sentí sus labios sugerentes pegarse contra los míos y sentí su frente contra la
mía cuando el beso cesó y me sonrió. Ahora nos encontrábamos con nuestras
frentes juntadas y una sonrisa en la boca.
Aquél sabor a
caramelo otra vez.
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