lunes, 27 de febrero de 2012

SOLAMENTE VOSOTR@S...

Lectores, lectoras...
Hago este corte en la novela porque quería deciros unas palabras...
Al igual que todos nosotros hemos sido unos de los muchos protagonistas del sueño de él, Pablo Alborán, vosotros estáis siendo partícipes de uno de mis sueños. Un sueño que llevaba tiempo queriendo cumplir pero que nunca pensé que sería posible.
Cuando empecé a publicar la novela apenas tenía 2 ó 3 lectores, pero, día a día, y con vuestra ayuda, cada vez somos más. Hay gente de España, Argentina, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Ucrania, Rusia, y otros muchísimos sitios lejos de aquí.
Sé lo que supone esperar el siguiente capítulo, o quedarse hasta tarde esperándolo, porque una de las personas que hace todo eso en cada subida es @albaorre . Ella fue la primera en leer la novela, el primer capítulo, y darme su opinión. Ahora, se ha convertido en tradición esas trasnochadas que hacemos las dos, yo escribiendo y ella esperando a leerlo.
No puedo terminar sin mencionar a @FansAlboran_ , ya que, muchos de vosotros habéis empezado a engancharos a mi novela gracias a ellas. Todas son unas chicas increíbles, pero sobre todo hay una, una con capacidad de expresión por encima de lo habitual. Y quiero que, si no lo seguís, sigáis este blog: http://historiadepabloyunafan.blogspot.com/ Ella fue una de las que empezó con estas fan-fic que se están convirtiendo en tan comúnes en estos tiempos.
También hay gente como @AuroraAlboran @alboraneras @Isalboran_loca @cechu82 @lachicadel_94 @MeeriiAlboran @LauriiAl @LuciaGato98 @Martta_RMFC @Mariia_1511 @Criistequiero @Yannisoe @Laurarm_ , que piden siguiente capítulo siempre, gente que me emociona con cada comentario, cada sentimiento, cada opinión.
A todos los que aparecéis aquí y a todos los que estáis al otro lado de la pantalla, leyendo lo que yo siento y expreso de esta forma, no queda más que decir que... GRACIAS! Muchas gracias, y aún así eso se queda corto...
Os quiero, a cada uno de vosotros, y que tengáis en cuenta que aquí estaré para todos, por si alguien lo necesita...
             @OlatzAlboran

sábado, 25 de febrero de 2012

9. TU LUZ ME GUIARÁ Y ME ILUMINARÁ


Aquella noche decidimos que sí Alba y sí Pablo se quedarían a dormir en mi casa porque había muchas cosas de las que hablar y tenía ganas de que aquellas dos personas que se habían convertido tan importantes para mí se conocieran más y se llevaran bien porque de ahí en adelante pasaríamos mucho tiempo juntos. Aunque cada vez quedaba menos tiempo para que Pablo volviera a su vida. Yo no quería pensar en eso porque con tan solo imaginarme que me tendría que adaptar a una vida sin él, se me hacía un nudo en la garganta.
         Pero sabía que tenía que disfrutar al máximo del tiempo que nos quedaba, simplemente porque no sabía si podría verlo antes del concierto de Donostia y lo echaría mucho de menos.
         Se me ocurrió que podíamos hacer un plan de los nuestros: paseo, cena y película en el sofá. De esos planes en los que lo mejor es la compañía.
         Se lo propuse a ellos y coincidieron en que, al ser un poco tarde, sería mejor pasar directamente a la cena y película. No sabíamos qué película elegir así que optamos por alguna que no hubieramos visto ninguno de los tres. Decidimos ver ‘’Siempre a tu lado, Hachiko’’. Cenamos una ensalada y un poco de pollo. Tampoco teníamos mucha hambre, sobre todo Pablo y yo, ya que aquél día habíamos vivido muchas emociones.
         Hicimos unas palomitas y nos pusimos a ver la película. Estábamos los tres en el sofá: Pablo sentado, yo tumbada con la cabeza apoyada en sus piernas y Alba con la cabeza en las mías. Yo le cojía una mano a Pablo mientras él acariciaba mi pelo y Alba estaba agarrada a mi pierna.
         -Hacemos una cosa. La que primero se duerma le paga la cena a los otros dos. ¿Trato hecho?-dijo Pablo, en cuanto comenzaron los créditos iniciales de la película.
         -Un momento-yo me puse a pensar-. Has dicho que LA que primero se duerma. ¿Crees que tú no te vas a dormir o qué?
         -¿Yo?-lo dijo en tono vacilón-. Nunca me he dormido viendo una película, pero vosotras en cambio…Tenéis carita de sueño.
         -Ay, Pablete, cómo nos conoces.
         La forma en que Alba dijo eso nos hizo gracia a los dos. Sentía que Pablo, aun estando gracioso, estaba algo serio, como si tuviera una cierta melancolía dentro. Lo notaba porque suspiraba mucho o me acariciaba la cabeza de una manera diferente, como si fuera una caricia de despedida. Para asegurarme de que no fuera así, levanté la cabeza y le miré a los ojos. Estaba claro, su sonrisa mal dibujada lo delataba. Le susurré: ‘’Luego tenemos que hablar’’. Él asintió.
         La película transcurrió entre lloros por parte de Alba y yo, a la vez que miradas entre Pablo y yo. Había veces en las que notaba su mirada, y cuando yo lo miraba, él apartaba la suya. No estaba segura el porqué de aquello pero no me gustaba y necesitaba saber por qué pasaba eso.
         La película terminó y decidimos quedarnos viendo un capítulo repetido de ‘’Cuéntame’’ un rato, ya que a Pablo le gustaba mucho y a nosotras no nos importaba. Era más que evidente que Alba ya había notado que entre Pablo y yo había algo, ya que estábamos muy callados.
         -Olatz, ¿puedes venir un momentito a la terraza, please? –me dijo Alba, al rato de que dijera que iba a salir un momento, para tomar un poco de aire.
         -¿Te importa?-le pregunté a Pablo.
         -Ve, tranquila. Querrá hablar contigo, yo me quedo viendo esto.
         Le sonreí y le dí un beso tierno en la mejilla.
         -¿Qué pasa?-le pregunté a Alba, mientras me sentaba a su lado en el sofá de la terraza.
         -A mí nada, ¿y a Pablo y a ti?
         -A mí nada pero a él…Lo has notado, ¿verdad?
         -Está como preocupado, triste…
         -Ya lo sé-me estaba empezando a preocupar-. Me da la sensación de que está melancólico…
         -¿Por qué no hablas con él? Yo me iré a dormir y os dejaré tranquilos.
         Era increíble la buena voluntad que tenía Alba en cada momento. Siempre se preocupaba por los demás.
         -Tranquila, antes de irnos a la cama hablaré con él.
         El rato ese viendo la televisión transcurrió con pocos comentarios y muchos pensamientos. ¿Habría hecho algo mal? ¿En qué estaría pensando Pablo para estar así de distante?
         Alba me hizo un gesto añadiendo:
         -Bueno, parejita. Os dejo, que estoy super cansada y me voy a dormir.
         -Descansa guapa-le dijo Pablo-. Mañana nos vemos.
         Me hizo un gesto de: ‘’Habla con él’’, y se fue.
         Pablo y yo estábamos abrazados viendo la televisión, y yo quería hablar con él pero no sabía cómo sacar el tema. Había una tensión terrible; odiaba esa sensación.
         -Voy a tomar un poco de aire.
         Salí a la terraza, a causa de la buena temperatura; cojí mi guitarra, me senté en el sofá que había allí y me puse a tocar.
         Al rato de estar tocando ví que Pablo estaba apoyado en el marco de la puerta que llevaba a la terraza, con la vista perdida en el horizonte, escuchando lo que yo tocaba.
         -¿Qué ocurre? ¿He hecho algo mal? Llevas toda la noche mal…-me temía lo peor.
         Pablo enseguida se giró hacia mí.
         -¿Por qué dices eso? No has hecho nada mal…
         -Pablo, no nací ayer y sé de sobra que a ti te pasa algo.
         Suspiró. Se acercó a mí y se sentó a mi lado, con la mirada en el suelo.
         -Pasado mañana me voy. Tengo que empezar con la gira de invierno. Pero no puedo separarme de ti.
         El mundo se me cayó encima. El momento que no quería que llegara pero que tenía que llegar, llegó.
         -Pablo…Tienes que seguir haciendo feliz con tu música a la gente. A mí también me duele y claro que me gustaría que te quedaras conmigo pero debes irte, tu gente te espera en otras partes del mundo y tú y yo nos veremos pronto, te lo prometo.
         Quería que Pablo me viese fuerte pero me derrumbé. Una lágrima me cayó por la mejilla y él lo vio.
         -Vale, sí, yo también me he acostumbrado a vivir a tu lado, a sentir tu calor en mi cuello, a ser tu sombra, convivir contigo, sentir tus abrazos, estremecerme con cada uno de tus besos, pero Pablo, sabes mejor que yo que debes irte, por mucho que nos duela.
         Ví que a él también le cayó una lágrima. Le cojí de la mano. Tuve un impulso y me lancé a sus brazos. Necesitaba sentirme segura una vez más en el calor de sus brazos. Tenía mi cara en su cuello de modo que olía su colonía. Ese olor me hacía saber que estaba a mi lado, cerca, su cuerpo rozando el mío.
         -Olatz, ahora que has entrado en mi vida no te voy a dejar que te escapes nunca-estaba triste y yo lo notaba más que nunca.
         -Aunque quisieras, no conseguirías separarte de mí.
         Pablo se separó de mí, me miró a la cara y me dijo:
         -Mañana pasaremos todo el día juntos a modo de despedida.
         -No me gustan las despedidas…Me parten el corazón.
         -Tómalo a modo de un hasta luego.
         -Pues toma mi luz y úsala de guía, hasta que ese ‘’hasta luego’’ se acabe-no sé por qué dije eso pero dejé asombrado a Pablo.
         -Tu recuerdo será lo que me haga seguir en mi día a día.
         Se tumbó en el sofá y yo me puse pegada a él, por no decir encima. Hacía buena temperatura y se estaba muy bien, pero me gustaba sentir el calor de su cuerpo. Esa calidez que lo caracteriza. Era algo que necesitaba sentir para estar a gusto. Nos besamos. Pero aquellos besos no fueron como las otras veces. Fueron besos muy apasionados, como si nos dejásemos la vida en ello. Quería que el mundo se parase, que todo girase en torno a nosotros. Nuestros corazones cada vez latían más deprisa, la respiración era más rápida. Los dos sabíamos que aquella noche iba a ser la primera de muchas noches locas, apasionadas. Aquello no iba a terminar en un simple beso. Aquella sería la noche en la que tocaríamos todas y cada una de las estrellas del cielo. Él y yo, yo y él, nosotros. 

domingo, 19 de febrero de 2012

8. DICIÉNDONOS BAJITO QUE LO NUESTRO SIEMPRE SERÁ ETERNO...


         Pablo me llevó a casa y Alba estaba allí, esperándonos, feliz por una pequeña parte por conocer a Pablo y muy preocupada por mí. Ya que no era capaz de andar, Pablo me llevaba en brazos. Sentía sus pectorales en mi cara, muy cerca, sus latidos del corazón, su respiración, cada suspiro, cada movimiento. Cada dos por tres me miraba para asegurarse de que estuviera bien y me daba un beso en la frente. Hasta entonces no había conocido bien su faceta protectora, pero me encantaba. Me trataba con aquella ternura que solo él sabe transmitir; me trataba como si fuera una muñequita que está a punto de romperse, a la que hay que tratar con cuidado. Cuando estaba con él, me hacía sentir una princesa.
         Por el camino me venían imágenes de lo ocurrido aquella horrible noche y mi cuerpo volvía a temblar, olvidando la compañía. Pero en esos momentos Pablo me abrazaba con más fuerza aún, repitiéndome que él siempre estaría ahí y que de ahí en adelante no iba a pasarme nada malo. Él iba a ser mi protector, mi guía y protector.
         Hubo un momento en el que me dí cuenta, a pesar de cómo estaba, de lo mucho que había hecho Pablo por mí en aquella noche. Me salvó de las garras del dolor y ahora me ayudaba a huir de ellas, dejándolas atrás, y llevándome con él a un mundo en el que sólo existirían momentos de felicidad, amor y dulzura. En el momento en el que reflexioné en apenas unos segundos y me dí cuenta de aquello, me esforcé para que palabras de agradecimiento saliesen de mi boca y llegasen al corazón de aquél hombre…
         -Gracias por lo que has hecho-en cuanto dije eso, Pablo reaccionó.
         -Ey, no me tienes que agradecer nada.
         -Sí, tengo que hacerlo. Gracias a ti ahora estoy aquí. Muchas veces me he querido levantar antes pero no he podido hasta escuchar tu voz. Ahora sé que estás a mi lado, y gracias a ello cada día me levantaré para que recibas el amor que desprendo Pablo. Te quiero…
         Aquél te quiero fue tímido pero sincero. Quizás uno de los más sinceros que haya pronunciado jamás. Él no dijo nada, creo que se emocionó, pero yo no corté su silencio.
         -Todos los días me he preguntado cuándo encontraría una persona que me entendiese, a la que le pudiera contar todo lo que me está pasando y con la que compartir mis alegrías y mis penas. A veces, en días negros, pensaba que eso nunca llegaría, que lo más cerca que estaría de esa experiencia sería tener a alguien con la que convivir, nada más. Pero has llegado tú, me has conquistado y ahora mismo desearía que la persona con la que comparta todo eso seas tú, porque sí, porque me he dado cuenta de que eres especial y desde el primer momento en el que te ví lo supe. Sé que ahora es un mal momento, pero quieras o no, yo estaré a tu lado para salir adelante. Saldremos de esto los dos juntos, como una pareja, como un solo corazón que late por dos. Olatz, eres lo más importante que me ha pasado en mucho tiempo, y te cuidaré como si fueras la última mujer en el mundo.
         Todo eso lo dijo despacito, tranquilo, pero cada palabra que deletreaba, lo notaba más emocionado que la anterior. Lo notaba sincero y eso me gustaba. En aquél calor corporal que desprendía me quedé dormida hasta despertarme en mi cama.
         -Como pille al cerdo que le ha hecho lo va a pagar…
         -Pablo, te tienes que tranquilizar porque ahora Olatz tiene que verte tranquilo, no te puede ver alterado o nervioso.
         -La quieres mucho, ¿verdad?
         -Puf…Es como mi hermana pequeña…Llevamos tantos años juntas…Hemos pasado por muchos momentos juntas, miles de historias, aventuras, experiencias. Ella siempre ha estado a mi lado en los momentos más difíciles, aún estando ella peor que yo…
         -Se ve que os lleváis muy bien. Se pasa el día hablando de ti.
         -Es que es una persona increíble. Es como que te quiere ayudar, estás tú primero que ella y eso es admirable…Me acuerdo cuando murió Lucas. No sé si te habrá hablado de él…
         -Me dijo que una persona especial para ella se fue, nada más.
         -Lucas era un chico alemán que conoció Olatz y con el que lo compartía todo. Ellos no lo querían reconocer pero yo sé que había amor entre los dos. La cosa es que él vivía en Canarias y no se podían ver mucho pero hablaban todos los días y la distancia no impedía que se quisieran tanto. El problema es que él empezó a notar algo raro y para cuando se lo diagnosticaron, el cáncer óptico que tenía estaba muy extendido. Al principio Olatz intentaba estar con él, protegerlo pero no podía, eso le superaba debido a que ha conocido muchos casos de personas con cáncer a su alrededor que han terminado mal. A Lucas le dieron poco tiempo de vida y ella no lo aceptaba. Decía que eso no era posible, que era demasiado joven para que esto se terminara así. El 11 de septiembre se fue. Olatz estuvo mucho tiempo sin hablar, ni comer, ni dormir. Se pasaba el día encerrada en su habitación y lo único que hacía era pensar y llorar. Yo me pasé todos esos días con ella porque sentía que no podía dejarla sola, no entonces. Cuando se recuperó un poco empezó a refugiarse en tu música y poco a poco eso le ha servido de ayuda porque se dio cuenta de que así no podía seguir y que, por mucho que le doliera, tenía que seguir adelante sin él, empezar de cero. Viajó a Alemania, visitó su tumba y ahí comenzó una nueva vida en la que Lucas ocupaba su corazón…Hasta hoy…
         -Pues sí que lo pasó mal… Pero menos mal que tú estuviste a su lado porque, aunque no te conozca mucho, me da la sensación de que os parecéis mucho las dos…Sois las dos tan luchadoras, ayudáis al prójimo… Y no sabes lo mucho que me emociona que, inconscientemente, haya podido ayudar a personas como Olatz…
         -Por una simple casualidad te conoció y ahora no se puede separar de ti. Y sécate esas lágrimas anda, ¡que me vas a hacer llorar a mí también!
         -¿Te puedo abrazar? Tómalo como agradecimiento por cuidar de Olatz y por ser así. Te quiere mucho, lo sé y ahora yo me encargaré de que las dos seais felices, porque os lo merecéis.
         -Un abrazo de Pablo Alborán no se recibe todos los días… Ah, y que sepas que el 31 de Marzo había otra cosa que íbamos a hacer juntas…Cumplir nuestro sueño de conocerte.
         -Pues mira, por circunstancias no muy agradables pero nos hemos conocido…
         Escuché toda aquella conversación que habían tenido, estando un poco dormida aún. Me dolía todo el cuerpo y no me acordaba de nada de lo que había ocurrido. Tosí y los dos me miraron.
         -Buenas tardes princesa mía-me dijo Pablo mientras venía hacia mí, ya que, para hablar con Alba, se alejaron un poco.
         Me dio un beso en la frente pero yo le reclamé uno en los labios, lo necesitaba, y sabía que él también.
         -Cari, ¿cómo te encuentras?-me preguntó Alba con una sonrisa tan bonita como ella.
         -Me duele todo el cuerpo y creo que estoy sangrando de una herida del brazo…-en cuanto dije eso Pablo apartó un poco la sábana y vio que, efectivamente, estaba sangrando.
         Se dispuso a salir de la puerta  pero antes, le dijo a Alba:
         -¿Qué te parece si empiezas a preparar la cena mientras yo le curo las heridas? En cuanto termine te ayudo. Quiero estar a solas con ella, si no te importa-esto último se lo dijo más bajito para que yo no lo oyese, pero lo oí.
         -Claro, tómate el tiempo que necesites, ya me encargo yo.-Ví que Alba le respondió sonriente y la ví feliz por haber conocido a Pablo. La verdad es que yo también lo estaba.
         Pablo cogió lo necesario, cerró la puerta de mi habitación, se quitó la camiseta debido al calor que hacía ahí dentro y se sentó a mi lado.
         Nunca antes lo había visto con el torso desnudo. Era un monumento por ver, pero intenté disimular el calor que yo comencé a sentir.
         Pablo me miró a los ojos y me dijo algo inseguro:
         -¿Quieres hablar de lo que ocurrió aquella noche? Estoy listo para escucharte y puede que te ayude el desahogarte…
         -Está bien-yo no estaba muy segura-. No hay mucho que contar pero bueno. Después de estar contigo y de despedirme en el hotel, me fui hacia la plaza para coger el autobus allí. Antes de que entrara, un chico de estatura media se acercó a mí, con tono tranquilo, y me preguntó dónde estaba la calle Loiola-cada vez me sentía más agobiada, él lo notó y me cogió de la mano, soltando todo lo que tenía- y yo se lo dije. Pero él me tiró fuerte del brazo y me llevó a un jardin oscuro que hay allí. Me tiró bruscamente al suelo y me dijo que me iba a divertir y se puso encima de mí. No sé ni cómo ni de dónde pero saqué fuerzas y conseguí apartarlo de mí y salir corriendo. En todo ese momento no te escapabas de mi mente y con el simple hecho de no volver a verte…
         -Amor, fuiste muy muy valiente haciendo eso.
         -Ya lo sé pero no me puedo quitar la horrible imagen de la cabeza. Cada vez que cierro los ojos para dormir me veo a mí en el suelo y a él pegándome golpes… -comencé a llorar.
         -Ey, tranquila, ya ha pasado todo y ahora estás conmigo y no te va a pasar nada.
Pablo se acercó a mí, yo me incorporé un poco y él me abrazó, de modo que yo quedaba apoyada en su hombro.
         -Te amo.
Las palabras me salieron sin querer. Pablo se quedó estupefacto. Me cogió de la cara y me levantó la cabeza para verme los ojos. Acto seguido me sonrió. Su sonrisa me hacía sentirme más segura de mí misma, me ayudaba a coger carrerilla y avanzar en el camino.
         Los días pasaban y yo cada vez estaba más animada gracias a aquellas dos personas tan importantes, Alba y Pablo. Pablo y yo cada vez estábamos más enamorados y un poco apenados porque pronto él se tendría que marchar para comenzar con la Gira de Invierno.
         Aquél lunes me levanté llena de alegría. No sé el por qué pero tenía ganas de escribir, de dibujar, de todo. Quería darle una sorpresa a Pablo así que le llamé a Alba para que viniese y así poder ayudarme a prepararla. Mientras venía se me ocurrió escribirle una carta a Pablo. Estaba inspirada y la prosa se me daba mejor que lo oral. Al haber estado tanto tiempo sin escribir, las palabras me salían solas y enseguida tuve la carta perfecta para el chico perfecto. La guardé en mi bolsillo y enseguida llegó Alba. Trajo todo lo que le pedí: fresas, zumo, bombones, frambuesas… Me quería llevar a Pablo a un sitio bonito e íntimo para estar tranquílamente y disfrutar de su compañía, a modo de despedida. Ya tenía pensado el sitio perfecto, ahora sólo me faltaba ir allí para preparar todo y esperar a su llegada. Fuimos Alba y yo y lo preparamos todo: una manta en el suelo, las frutas en unas fuentes tapadas y los zumos en unas jarras. Quería que aquella tarde fuese especial y sólo faltaba el anfitrión.
         -¿Quién soy?-le dije cuando le llamé por teléfono.
         -Una persona a la que noto feliz, ¿no es así?-me dijo él.
         -Acertaste, cómo me conoces. Te propongo un plan.
         -Dime, reina.
         -Tú, yo, montaña, merienda. ¿Qué me dices?
         -¡Que me apunto!-lo notaba animado.
         -Quedamos en mi casa dentro de media hora. No hace falta que te diga que te pongas guapo. Besazo. Hasta ahora.
         -Adiós cielo, enseguida estoy allí.
         Sabía que iba a ser especial y estaba nerviosa. Me vestí y le dije a Alba que me planchara el pelo. Me pinté un poco los ojos y me eché colonia. Ya estaba lista.
         Enseguida llegó él, tan puntual y tan guapo como siempre. Hoy iba con una camisa de cuadros azul, mayormente y unos pantalones negros. Iba guapísimo, como cada día.        
         -Bueno y dime, ¿a dónde me llevas esta vez?-me dijo mientras íbamos en el coche.
         -Es sorpresa, sólo te puedo decir que sé que te gustará.
         -Pues no adelantamos mucho…
         Enseguida llegamos al parking. Desde ahí teníamos que cruzar todo el bosque hasta llegar al sitio mágico, aquél sitio en el que pasaríamos aquella tarde soleada de Febrero.
         -Bueno, pues ya estamos. ¿Te gusta?
         -Wow…Estoy sin palabras, esto es alucinante. Siempre aciertas.
         -Me alegro de que te guste. Siéntate, tengo que darte algo.
         -¿Ya está Olatz con su intriga?-siempre tan bromista, me encantaba.
         -No, esta vez te lo voy a poner fácil. Toma, léelo, me voy al lado del lago a pensar un poquillo y te dejo tranquilo.
         -¿Otra carta? Cada día me sorprendes más.
         -De eso se trata cielo-le dije y le guiñé el ojo mientras me levantaba y me iba.
         Lo dejé leyendo…

“        Hola Pablete.
Sé que te preguntarás por qué te escribo cartas en vez de decirte las cosas a la cara. Pues es muy fácil: si las escribo, podrás guardar mis palabras para siempre porque su significado durará una eternidad.
La verdad es que no sé por dónde empezar. Hemos vivido poco tiempo juntos, pero el que hemos vivido, me ha bastado para saber que quiero pasar mis días contigo, disfrutando de tu sonrisa, de tu risa, de tu humor y amor. Cuando estoy contigo es como si sólo existiera el lado bueno del mundo, el lado con luz. Haces que todo parezca fácil porque, a cada acción que haces, le sumas una sonrisa, o le sumas un beso con sabor a caramelo que me vuelve loca. En cambio, cuando estoy sin ti, es como si el lado oscuro del mundo se sumergiera dentro de mí y no me dejara ser feliz.
Sé que ahora vamos a pasar una temporada separados; pero esto nos servirá para darnos cuenta de cuánta falta nos hacemos mutuamente y nos ayudará a reforzar nuestra relación.
Ya sé que a lo largo de estos días lo has pasado mal, con todo lo que ha pasado etc. Pero quiero que de ahora en adelante todo sea nuestro, y por nada del mundo te voy a dejar escapar. Bueno, ahora te dejo escapar para que hagas feliz con tu música a otra gente, porque sé que lo necesita. Lo sé porque para mí es una necesidad, una rutina diaria que necesito hacer para poder aguantar en este día a día. Pero ahora la cosa ha cambiado. Ahora no te tengo dentro de mis cascos. Te tengo dentro de mi alma, de mi corazón, dentro de mi cabeza, cada momento, cada minuto, y no te vas a borrar de ahí jamás.
En todo momento estaré contigo, pase lo que pase, porque sí, eres la razón de mi felicidad y quiero ser feliz junto a ti. Solos tú y yo, yo y tú, nosotros.
Hicimos un juramento de sal y limón que se cumplirá.
Gracias por hacerme sentir amor verdadero.
                                               Olatz                                                “

         Terminó de leer la carta y, sin decirme nada, se acercó por detrás, me rodeó con sus brazos de modo que su cabeza quedaba en mi hombro, al lado de la mía. Lo miré y ví esa lágrima de emoción iluminada por el sol del atardecer.
         -No te pregunto si te ha gustado. Los sentimientos te delatan.
         -Los sentimientos no me delatan, tú me delatas, Olatz. Tú y tu amor hacéis que yo siga creciendo y mi amor sea solo tuyo. Por mucho que no quiera deberíamos irnos a casa, Alba estará preocupada.
-Pablo, no te preocupes de Alba, está avisada. Vamos a quedarnos aquí, contándonos secretos y diciéndonos bajito que lo nuestro siempre se hará eterno.
         Cuando terminé de decir eso, me dio la vuelta y me besó. Un beso que parece que no va a terminar nunca. Un beso apasionado, desenfrenado, de los que te llenan de pasión y amor. Amor carnal.
         Allí nos quedamos, contándonos secretos. Secretos del amor que sentíamos.
         

jueves, 16 de febrero de 2012

7. ENSEÑA TUS HERIDAS Y ASÍ LAS CURARÁS


            Cuando nos dispusimos a salir de la playa e irnos cada uno a su respectivo hospicio, Pablo se ofreció para acompañarme hasta casa, pero yo sabía que estaba cansado, por lo que le insistí para que se fuera directo hasta su hotel.
            -Que descanses. Mañana hablamos y te sigo enseñando la ciudad, ¿de acuerdo?-le dije, sonriente.
            -Claro-me dijo, mientras me acariciaba la mano-. Olatz, gracias por este día que me has ofrecido…Ahora mismo te estás convirtiendo poco a poco en uno de los pilares que sostiene mi vida, y eso es muy valioso. Gracias, de corazón.
            -No me las tienes que dar. Es más, gracias a ti por aparecer en mi vida por la puerta de atrás, o por la de delante, qué más da, lo que importa es que ahora estamos así y no quiero que esto se acabe nunca.
            Dicho aquello nos abrazamos, me besó y yo me dispuse a coger el autobus para volver a casa.
            Estaba feliz, al fin y al cabo el día había sido maravilloso. Pero lo peor estaba por llegar. Un chico joven, de estatura media, me preguntó por dónde se iba a la Calle Loiola.
            -Está un poco lejos de aquí, tendrá que coger el autobus.
            Lo hice con mi mejor intención pero hice mal. De repente, me cogió bruscamente del brazo y me llevó a un jardín donde no había nadie debido a que era madrugada. Allí me tiró al suelo e intentó hacerme dios sabe qué después de darme numerables golpes en la cara y cuerpo. No sé ni cómo ni por qué pero conseguí sacar fuerzas de donde no las tenía, con el recuerdo de Pablo presente, y conseguí apartar a aquél cerdo de encima de mi cuerpo y salir corriendo. Tuve la suerte de que había un autobus a punto de salir. Sin dudarlo me monté en él y le dije al conductor que arrancara, llorando.
            -Pero, ¿Qué te ha pasado? ¿Quieres que te lleve a un hospital? ¿Llamo a la policía?-aquél conductor no hacía más que preguntarme.
            -No, estoy bien. ¿Puede llevarme a la calle Eskalantegi de Pasajes Antxo, por favor?
            -Claro, chiquilla. ¿Estás segura de que estás bien?
Yo asentí la cabeza. En todo el viaje el conductor no hacía más que mirarme. Se veía que era majo, la verdad es que lo conocía de vista, de haberlo visto más de una vez por la ciudad. No paraba de llorar y tiritar.
            Por fín llegamos. Le dí las gracias como pude y me bajé corriendo hasta llegar a mi casa. Estaba sola así que cerré pestillos y cerraduras y le llamé enseguida a Alba para decirle que viniera a pasar la noche conmigo.
            -Pero, ¿Qué pasa? No me asustes-la notaba preocupada.
            -Por favor, ven, que no puedo más-yo no paraba de llorar. Normal que estuviera preocupada.
            Veinte minutos después de haber hablado con ella ya estaba aquí. Tocó la puerta como acordamos y en cuanto entró y me vio así se lanzó a mis brazos después de haber cerrado la puerta.
            -Pero qué te han hecho por dios…
            -Estaba oscuro y un chico se acercó a preguntarme algo, yo le respondí pero el me cogió y no…
            -Venga, tranquila, ya estoy aquí, ¿sí?-ella me abrazó sin dejarme terminar.
            En aquél momento como en muchos otros era mi salvadora. No podía seguir adelante sin ella. Me curó las heridas, estuvo abrazada a mí mucho rato, el rato que me pasé llorando y luego me dormí. Ella no sabe ni a día de hoy todo lo que la quería y lo que la sigo queriendo.
            Al día siguiente amaneció y los rayos de sol entraron por mi ventana; pero, al contrario que otros días, mis ganas de levantarme y ganar la batalla contra la vida no vinieron. Hoy no podía seguir adelante. Estaba asustada. La simple idea de salir a la calle me atemorizaba. Estaba temblando. Me ví las heridas y los moratones de los brazos y las gotas de agua salada comenzaron a caer por mi cara. En ese momento Alba entró en mi habitación.
            -Ey, ¿qué pasa? Venga no llores.-se acercó a mí y me abrazó, transmitiéndome esa energía que sólo ella tenía.
            -Tengo miedo…
            -Lo sé, cariño, pero no puedes dejar que un malnacido te arruine la vida. ¿Quieres que le llame a Pablo y quedamos con él? Te ayudará verle.
            -¡No! No quiero que Pablo me vea así y menos que sepa todo lo que ha ocurrido. Alba, ni se te ocurra llamarle, ¿está claro?
            -Vale, tranquila, no lo haré.
            En parte me daba vergüenza que Pablo me viera así, no sé por qué, pero era lo que de verdad sentía. Aquellas magulladuras en mi cuerpo, que se habían convertido en seña de identidad de una chica sufridora, eran un símbolo de debilidad para mí y cada vez que los veía, se me quitaban las ganas de que una persona tan especial como él las viera también.
            Los días pasaban y yo los pasaba encerrada en mi casa, sin compañía, con la vista perdida en el horizonte que se veía desde el horizonte de la ventana de mi habitación. Pablo me llamaba, me mandaba mensajes por el movil, por twitter, por facebook… Yo no era capaz de responderle. Lo sé, era una cobarde, siempre lo fui, pero no era capaz, no tenía la valentía de hacerlo.
            Alba venía dos o tres veces al día a hacerme la cura de las heridas, puesto que yo no quería ir al médico o que una enfermera viniera a mi casa. El mejor momento del día era cuando venía Alba y me transmitía esa energía, SU energía, la que la hace tan poderosa; porque sí, ella es poderosa; poderosa y valerosa. Todos los días me decía lo mismo: “¿Por qué no sales a dar una vuelta? “ o “¿Por qué no llamas a Pablo? Estará preocupado, sino mira todos los mensajes que te deja por todas partes…”. Pero no, yo siempre que no. Hasta que un día, sin decirle nada a nadie decidí salir a correr bajo la lluvia. Necesitaba deshacer ese nudo que tenía en el estómago que me impedía salir adelante.
            Pensé en Pablo, en todo lo que había hecho por mí, en todo lo que se había convertido para mí y en esos rayos de sol matutinos que me dedicaba, un rayo acompañado de una sonrisa dibujada en mi mente. Me puse las zapatillas, me tapé las heridas y salí a correr. No tenía fuerzas pero yo quería seguir, no me quería rendir como siempre. Necesitaba demostrarle al mundo que podía. Si pude esperar a Pablo, ¿Cómo no podría luchar contra el mundo?
            Llovía, cada vez más, y yo cada vez tenía menos fuerzas; pero seguía. Sentía las gotas en mi cabeza, el cansancio en mis piernas, pero continuaba, por él, por el hombre al que amaba. Sabía que con aquello no ganaba nada pero lo hacía.
            Mientras yo estaba en esa lucha, Alba no sabía dónde estaba. Habia ido como cada día a visitarme pero yo había salido sin decirle nada. Consiguió el teléfono de Pablo, ya que me había dejado la BlackBerry en casa y allí lo vio. Sin dudarlo dos veces lo llamó.
            -Emm. Hola Pablo, soy Alba, la amiga de Olatz. No sé si te acordarás pero hablamos una vez por teléfono…-ella estaba nerviosa pero él lo estaba más.
            -Sí, claro que me acuerdo. Por dios, dime cómo está Olatz. ¿Está bien? ¿Por qué no me coge el télefono? ¿Le ha ocurrido algo?
            -Te llamaba como último recurso, pensaba que tú sabrías algo…Hace unos días ocurrió algo con lo que Olatz se derrumbó. No quería salir de casa y menos hablar contigo. Yo hacía todo lo posible pero no conseguía nada. Hoy, como cada día he venido a ver cómo estaba pero no está en casa y no ha dejado ninguna nota ni nada. ¿Sabes algún sitio donde pueda estar?
            -Pero, ¡¿Qué ha ocurrido?! Creo que ya sé dónde puede estar. Voy para allá. En cuanto sepa algo te llamo, ¿de acuerdo?
            -Vale, por favor. Si necesitas algo, llámame, sin dudarlo.
            Los dos estaban preocupados por mí y mientras tanto yo seguía corriendo, bajo la lluvia, dejándome la fuerza en ello.
            Pablo se fue corriendo bajo la lluvia a aquella playa que se había vuelto tan especial para nosotros. En unos pocos días me conocía mejor que nadie; conocía lo que sentía y conocía lo que pensaba.
            Entre la neblina que se había creado por la mezcla de mis lágrimas con la lluvia, ví su silueta. La silueta de Pablo. Venía corriendo hacia mí, esquivando todo tipo de obstáculos. Yo lo veía a cámara lenta. Me desvanecía. Me estaba quedando sin fuerzas. Pero entonces llegó él, abrió su paraguas mientras se quitaba su abrigo negro, me abrazó y me puso el abrigo por encima.
            -Perdón. No podía…-no tenía fuerzas ni de hablar. Pero entre llantos quería decirle a Pablo lo ocurrido.
            -Pero cariño. ¿Quién te ha hecho esto?- noté que Pablo estaba temblando de la rabia, al ver lo que me había pasado.
            -Un chico se me acercó y no sé lo que pasó…Me tiró al suelo…-no podía seguir, él lo entendió.
            -Ey, tranquila, ¿vale? Ya ha pasado todo, ahora estoy aquí contigo, todo ha pasado, te dije que te iba a proteger y lo haré. Siempre que me necesites estaré aquí.
            Me abrazó como nunca antes lo había hecho. Seguía sintiendo su calidez como el primer día la sentí.
            -De aquí en adelante enséñame tus heridas del corazón, y yo las curaré con mi amor. Te quiero y has pasado de no ser nada a serlo todo.
            Yo no paraba de temblar, pero Pablo me consolaba; entre sus brazos me sentía más segura que nunca. Sentía que el mundo no me ganaría ahí. Nunca nos íban a separar.


sábado, 11 de febrero de 2012

6. NAVEGO ENTRE LAS OLAS DE TU VOZ...



            Los dos sabíamos hasta dónde queríamos llegar pero yo no estaba tan segura, era la primera vez que sentía aquél deseo pero era difícil decidir si quería que ese fuese el momento en el que llegaría hasta lo más extremo.
            Pablo me trataba con muchísima delicadeza, como si me fuera a romper. Me acariciaba, con cuidado, me besaba, me miraba para asegurarse de que estuviera bien, me transmitía su calor. Quería hacerlo pero no pude.
            -Pablo, lo siento pero no puedo…-le dije muy avergonzada.
            -Perdón, como empezaste pensé que… Lo siento- me dijo él sentándose a mi lado.
            -Ha sido culpa mía. ¿Podemos olvidar esto por favor? Me siento avergonzada…
            -Claro, no pasa nada.
            En su voz no noté la seguridad que tenía cada vez que hablaba conmigo. Noté una extraña sensación como de pena, miedo, pánico.
            Después de dejar de mirarle, me puse a mirar a mi alrededor. Muchos recuerdos llegaron a mi mente. Era como un Deja vu. Tiempo atrás estuve en aquél mismo sitio con Lucas, y pasó prácticamente lo mismo entre nosotros.
            -Ich vermisse dich, Lucas…-dije bajito. Pero Pablo lo oyó.
            -¿Has hablado en alemán?-me dijo sorprendido.
            -Sí…Cada vez que me acuerdo de Lucas unas palabras en alemán me salen de por sí solas…-tenía un nudito en la garganta; estaba a punto de echarme a llorar.
            -Y…¿Se puede saber qué significa?-me dijo él. Se le notaba curioso por saber lo que significaba aquello, pero a la vez asustado por preguntármelo.
            -Que lo echo de menos, Pablo. No puedo vivir sin él. Lo era todo y ahora se ha quedado en nada, en un simple recuerdo.-las lágrimas me salían solas.
            Pablo reaccionó enseguida. En cuanto me vio llorar me levantó del suelo, me cojió la mano para acercarme a él y me abrazó fuerte. Yo estaba temblando, no podía mantenterme en pie, me desvanecía. El bajón instantáneo que me había dado no podía soportarlo. Gracias a dios, Pablo estaba preparado y era él el que conseguía sujetarme y repetirme una y otra vez que ahí estaba para todo lo que necesitara, que me apoyara en él y que nunca recibiría un no por respuesta.
            -Hace tiempo estuvimos aquí los dos y no puedo quitármelo de la cabeza, Pablo. Cada día que pasa está más presente en mi vida. Creí que podría superarlo pero no puedo. No soy capaz de hacerle frente a esto. Él fue el que me enseñó miles de cosas, y ahora ya no está para ayudarme a cumplirlas. No puedo seguir-cada vez lloraba con más fuerza y Pablo lo notaba, yo lo sabía.
            -Cariño, sé que es difícil olvidarte de alguien al que has querido tanto. Lo sé, porque lo he vivido…Lo que tienes que hacer es seguir adelante, cumpliendo todo lo que él te enseñó y aprendiendo otras cosas para demostrarle que sigues ahí, acordándote de él y aprendiendo de los errores del pasado para superar los del futuro. Él te quiere, y esté donde esté, estoy seguro que está muy orgulloso de ti, porque yo, en tan sólo unas horas, un par de días, lo estoy de ti; porque he descubierto que eres una auténtica luchadora, y que te vengas abajo no significa que seas débil, significa que tienes tus sentimientos, que tienes corazón y lágrimas, y aquí estaré yo, a tu lado, para secar todas esas que caigan de tus ojos. Nunca te fallaré…Te lo prometo.
            Pablo se emocionó, y yo también. ¿Cómo era capaz de rasgarme el alma de aquella manera? Era inevitable quererlo como yo lo hacía. Le miré a los ojos y le dije algo que ni yo me esperaba decir, y que ni él esperaba recibir.
            -Te amo.
            Acto seguido nos besamos. Uno de esos besos llenos de lágrimas pero de película. Y es que eso era, era una película todo lo que estaba viviendo, pero cada día era más consciente de que era verdad. Era verdad aquello de que nos habíamos robado el corazón mutuamente y ahora lo teníamos guardado en la parte norte de nuestro alma, aquél que tenía escrito el nombre del apartado, ‘’Amor’’.
            Se estaba haciendo de noche pero, a causa de la buena temperatura que había arrancado, decidimos quedar a la noche para estar un rato en la playa.
            Sin él saberlo llevé mi guitarra, porque, por no saber, no sabía ni que sabía tocar. Ni sabía que era zurda tocando. Llegué antes que él a donde habíamos quedado, una zona en la playa donde había unas butacas de pago pero, al ser de noche, no había que pagar.
            Estaba terminando de afinar la guitarra, sentada en una de las dos butacas, al lado de unos dulces y un par de batidos que había llevado, cuando llegó él, con una camisa de cuadros rojos, grises y blancos, unos pantalones vaqueros oscuros y unas zapatillas grises. Me encantaba su forma de vestir y de ser.
            Yo seguía estando de bajón pero quería disfrutar de la noche, y no quería herir a Pablo porque sabía que estaría mal si me veía así a mí.
            -Buenas noches, cariño. ¿Y esa guitarra?- fue lo primero que me dijo cuando llegó.
            -Pues es una guitarra que me he encontrado por casa… No, es broma, sé tocar la guitarra…
            -¡¿Qué!? ¿Y yo no sabía nada?-me dijo indignado pero con una sonrisa en la cara.
            -Te dije que había muchas cosas de mí que no conoces.
            -Vale, pero esto no me lo esperaba, amor…Por cierto, tienes la guitarra al revés… ¿Seguro que sabes tocarla?
            -Pablo, ¿No ves que tiene las cuerdas al revés? Soy zurda, nene-le dije con amor.
            -Ups…Qué despiste… Y…Sé que es una pregunta algo absurda, pero, ¿sabes tocar alguna canción mía?-me dijo con ganas de que la respuesta fuera un sí.
            -Pues claro, cielo, me sé TODAS tus canciones- le dije mientras le hacía el gesto de que se sentara en la otra butaca.
            Él se sentó, después de darme un beso en la mejilla mientras me agarraba por detrás.      
            -¿’’Volver a empezar’’ y ‘’me colé por la puerta de atrás’’ también las sabes tocar?
            -Claro. Han sido las dos últimas que he aprendido a tocar…-estaba avergonzada porque la simple idea de pensar que Pablo me pediría que le tocase algo me aterrorizaba…
Y acerté.
            -Pues, ¿a qué estás esperando? Venga, calienta motores.
            -¿Qué te parece solamente tú?
            -De acuerdo. Tú tocas y yo canto.
Comencé a tocarla y Pablo a cantar…’’Haces que mi cielo vuelva a tener ese azul, pintas de colores mis mañanas, solo tú..’’. Pero en ese momento, antes de que él continuara,  continué yo: ‘’I surf le onde della tua voce…’’.
            Al decir eso, cantándolo en italiano, él se quedó alucinado y dijo sin cantar, bajito: ‘’Navego entre las olas de tu voz…’’.
            Y ahora estábamos allí; besándonos después de aquél momento, cogidos de las manos, con los dedos entrelazados, los corazones a cien y escuchando el sonido de las olas; las del mar y las de su voz.

viernes, 10 de febrero de 2012

5. OLVIDANDO EL MUNDO SIN NADIE QUE SEPA QUE ESTAMOS AQUÍ...


Estaba en una nube en aquél momento: Tumbada en la arena, con la cabeza apoyada en el pecho de Pablo, en el que sentía cada uno de los latidos de su corazón, aquél que ahora protegería con mi vida, debido a que se lo había robado igual que él a mí. Nos protegeríamos mutuamente cada minuto, cada segundo, cada melodía de cada una de sus canciones; porque, no, yo no medía el tiempo en minutos, lo medía en canciones. Exacto, para mí, el camino desde el autobus a casa era un ‘’Solamente tú’’ mas ‘’Vuelve conmigo’’, ya que en cuanto llegaba a mi portal, la canción terminaba; al igual que todas las canciones de ‘’En acústico’’ eran la duración del camino a la felicidad, a la felicidad que estaba disfrutando por completo en ese momento de nervios, alegría, emoción y amor…mucho amor del bueno.
Parecíamos una parejita de esas que acaban de empezar, de las que todavía se avergüenzan al decir o preguntar algo. ¿Pero qué digo? ¡Éramos de aquellas parejas! Es que en ese momento sentía que conocía a Pablo desde siempre, como si hubiera sido una de esas personas con las que estás desde chiquitita.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. La arena estaba húmeda y yo lo noté en mi costado izquierdo, el que tenía apoyado al lado de Pablo. Él lo notó y me miró.
-¿Tienes frío?
-Un poco…
Se levantó y me dio la mano para que yo también me levantara. Al hacerlo, me frotó la espalda mientras me abrazaba para darme calorcito, y me lo dio. Pablo era tan cálido. No sé cómo describir aquello… Parecía una bolsita de agua caliente con piernas, pero más bonita, por supuestísimo.
-¿No tienes ningún evento, Pablo? Porque llevamos aquí más de media hora…
-No, tranquila, hoy soy todo tuyo-me dijo con una sonrisa pícara-. Así que, ¿Qué te parece si vamos a comer juntos? Invito yo.
-Sí y no. Vamos, que sí que vamos pero que tú no invitas.
-Quedamos en frente de mi hotel a la 13.30. ¿De acuerdo?-me dijo alegre pero a la vez tímido.
-Vale. No te digo que te pongas guapo porque ya es imposible mejorarte- le dije, intentando romper el hielo de aquél camino de vuelta a casa.
-Eso lo tengo que decir yo, princesita, no tú.
-Mentir está mal, nene-lo de nene me salió porque siempre o casi siempre que le escribía algún mensaje por twitter le ponía nene, y él se acordó.
-¡Hey! Eso es lo que me pones en casi todos los mensajes. ¿Por qué me llamas así?- me dijo él, olvidándose de lo de ir guapo e intentando sonsacarme cosas para conocerme mejor.
-Pues es una palabra catalana como habrás podido observar. Y la sé porque la familia de parte de mi padre es catalana y valenciana.
-¿En serio? ¿Y sabes catalán?-me dijo, con más curiosidad aún y con cara de asombro cada vez que conocía  más cosas sobre mí.
-Un poquito. La verdad es que no es el idioma que más me gusta… Hay muuuchos otros que me atraen mucho más.
-¿Por ejemplo..?-y seguía sonsacando.
-Pues cualquiera de los seis idiomas que estu…
-¿¡Sabes seis idiomas!?-me interrumpió él muy asombrado.
-Pues bien bien sé euskera, castellano e ingles; en el instituto estudio francés y a parte, como hobbie, estudio alemán e italiano.
Se quedó boquiabierto, literalmente. Se la cerré yo con una sonrisa vergonzosa en la cara.
-En serio, eres una caja de sorpresas. He descubierto cosas de ti que jamás me creería sobre ti…Eres increíble…
-Y lo que te queda por descubrir…
-Hacemos una cosa. Vamos a comer y después damos una vuelta y me cuentas todo lo que me queda por saber, d’accord?- me preguntó él en francés, con cara de esperarse una respuesta en otro idioma.
-Chiaro, ci troviamo alle 13.30.-se me quedó mirando perplejo-. Vamos que sí, que nos vemos a las 13.30.
-Ciao amor-me dijo él, seguido de un beso dulce en la boca. Cálido beso.
Me fui a casa. Quería que esa comida fuera especial, por lo que intenté ponerme lo más arreglada posible, dentro de mis limitaciones. Me puse unos leotardos negros, botas altas grises, un jersey-vestido gris y un abrigo negro. Me lavé el pelo y me lo ricé un poco con espuma. Me pinté los ojos, me eché colonia y cojí dinero.
Después del camino de casa al autobus y de allí a su hotel, saqué mi blackberry para mirar la hora. Todavía era la una.
‘’Pablo, ya estoy lista, delante de tu hotel. ¿Voy a darme una vuelta o a reservar mesa?’’ Le puse por whatsapp.
Medio minuto después me llegó: ‘’Princesa, estoy casi listo. ¿Subes? Habitación 215, 2ª planta ;)’’. No me lo podía imaginar: ¿Quería que subiese  a su habitación? Lo hice.
Cuando llegué toqué la puerta y oí los pasos de Pablo. Salió con los pantalones y zapatillas puestos pero… sin camiseta. Me sonrojé al ver ESA imagen. Qué cuerpo.
-Cielo, mi cara está más arriba…-me dijo dándose cuenta de lo ocurrido.
-Perdón…-agaché la cabeza. Él me la levantó, me miró a los ojos y me dijo-. Eres preciosa.
Hubo unos segundos de silencio en los que los únicos que hablaban eran nuestros ojos. Los suyos eran destellos, ojos oscuros con claros destellos. ¡Vaya ojos! Los míos en cambio eran normalitos, pero parecían de gato, la verdad. Con alguna iluminación se me ponían tan claros que parecían amarillos.
Pablo cojió aquella camiseta negra que tanto me gustaba, un abrigo gris, el Iphone y nos dispusimos a salir.
Llegamos al restaurante en unos minutos, y por el camino, aunque yo no me acostumbrara, él fue agarrándome de la cintura con su brazo derecho, mientras la otra mano la tenía en el bolsillo y yo le sostenía la que tenía alrededor de mi cintura con mi mano fría.
-¿Te han dicho alguna vez que pareces un cubito de hielo?-me dijo, al notar mi mano fría.
-Sí, bueno, me lo suelen decir pero no sé el por qué- los dos nos reímos.
Me encantaba estar con Pablo porque, en apenas horas que habíamos estado juntos, habíamos reído por tonterías que a nadie le harían gracia pero que nosotros entendíamos.
Dentro del restaurante hacía buena temperatura, no tan cálida como Pablo, pero me gustaba aquél sitio. Yo pedí una ensalada y rape al horno. Y Pablo pidió una paella y bacalao al pil pil porque, como él me dijo, quería acostumbrarse a las especialidades del norte.
La comida constó en charlas sobre diferentes cosas. Ya sabía cosas de Pablo como que le gustaban los animales, el padel, andar en bici, etc. Y él sabía cosas de mí como que me encantaba el longboarding, dibujar, etc.
Salimos del sitio y ya eran las 17.00, por lo que nos dispusimos a dar una vuelta.
-¿Qué te parece si me sorprendes con algún sitio que conozcas, que creas que me gustará, y me sorprendes contándome más cosas sobre ti?
-De acuerdo. Pero con una condición.-le dije yo con mi mirada clavada en la suya.
-Lo que sea-lo dijo seguro de sí mismo.
-Después de que te cuente lo que me gusta hacer me tienes que dejar probar algo, para ver tu reacción.- yo ya tenía en mente lo que quería. Lo sabía desde el principio-.¿Aceptas?
-Acepto.
Pensé llevarlo al Monte Urgull, ya que allí había un sitio interesante, El Cementerio de Los Ingleses. Pero opté por un sitio más íntimo y bonito, un lugar en el que, por muy mal tiempo que haga, las vistas son preciosas, el Monte Ulía.
Llegamos allí, estuvimos hablando un rato sobre los deportes que yo practicaba, lo de los idiomas, etc. Estábamos en un sitio en el que poca gente conocía y que estaba segura que nadie iría ese día, debido al tiempo.
Del cansancio, me tumbé en la hierba pero esta vez tumbé a Pablo a mi lado mientras lo besaba poco a poco y él me iba agarrando cada vez más cerca suyo. Ahora Pablo y yo tumbados, muy juntos, olvidando el mundo sin nadie que supiera que estábamos allí.