Cada vez el
éxtasis era mayor. Nunca antes había sentido aquello, aquella pasión, esas
ganas locas de sentir el rozamiento de nuestra piel. Aquella noche de
primavera, en ese momento, solo existíamos nosotros, rodeados de aquél universo
que viviría el momento más especial de mi vida, el momento en el que dos
cuerpos se unirían.
Sin pensármelo dos veces metí la mano
por dentro de su camiseta. Sentí que un escalofrío recorrió aquél cuerpo que
ahora poseía entre mis manos. Pablo se separó unos centímetros, lo mínimo para
verme los ojos, mientras respiraba extasiado, estremecido, excitado.
-¿Segura?- aquél susurro salió de su
boca sugerente.
Me mordí el labio, excitada, al sentir
su cuerpo contra el mío. No fueron necesarias las palabras para que Pablo tomará
aquello como un sí.
Entre beso y beso hizo el amago de
quitarme la camiseta, pero aprovechó el momento en el que me dejé llevar para
que pudiera quitármela mejor para cogerme de la cintura y ponerme tumbada en el
sofá, de modo que ahora él estaba encima, acariciando mi cuerpo, con su
delicadeza, su sensibilidad, su tacto. Le quité la camiseta y suspiré cuando
volví a ver su torso. Esos abdominales, esos pectorales, aquellos brazos con el
que me agarraba. Poco a poco, pasionalmente, entre beso y respiración a mil,
nos fuimos desnudando mutuamente hasta que, por fin, pasó. Nuestros cuerpos nos
unieron. Al principio el dolor pero después el placer aterrizaron sobre mí por
primera vez.
Él estaba constantemente observándome,
observando cada movimiento que hacía, acariciándome suavemente, besándome en el
cuello, reclamándome más y más besos.
Las respiraciones cada vez eran más
fuertes, se sincronizaron, hasta que llegó el momento en el que las estrellas
brillaron más que ningún otro momento, nuestras pieles se erizaron, nuestra
respiración cesó por unos segundos, el momento de más éxtasis llegó, y con él,
el punto en el que no puedes sentir más placer.
Al cabo de unos minutos nos miramos,
viendo en los ojos del otro el momento que acabábamos de vivir por primera vez
juntos.
La luna tenía más luz que nunca, mi
corazón latía más sincero que nunca.
-Ezerk ez gaitu bananduko…¿No querías
aprender euskera? Ahí tienes…-le dije yo, mientras le miraba a los ojos.
-Te amo con locura. No sé lo que significa
pero seguro que es precioso. ¿Te…ha dolido?-me preguntó él, algo tímido por aquél
tema, pero preocupándose por mí.
-No, tranquilo, estoy bien. Me has
tratado con mucha delicadeza. Siempre había soñado con algo así, pero ya,
siendo contigo, soy la mujer más feliz del mundo.
Sonrió, y me abrazó. Nos quedamos
abrazados durante bastantes minutos, mientras él me daba besos en la cabeza de
vez en cuando, y mientras yo hacía que se estremeciera cada vez que le besaba
en el cuello, disfrutando de aquél olor a caramelo que lo caracterizaba.
A la mañana siguiente, Pablo tenía que
irse a coger los billetes para el avión para el día siguiente, pero yo no quería
ir, no podría soportar ver cómo compraba los billetes para separarse, alejarse,
de mí. Quería que empezara el día con una sonrisa, porque sabía que el día
siguiente iba a ser duro, por lo que cojí un trozo de papel y escribí: ‘’Ezerk
ez gaitu bananduko…’’. Él todavía no sabía el significado de aquello pero
supondría que le haría ilusión al recordar la noche anterior. Cojí la nota, la
doblé y la metí en su cartera, de modo que, cuando fuera a sacar el dinero, la leería.
Estaba deseosa por que llegara a casa
para ver su reacción ante el hecho que quería que ocurriera.
Alba se levantó de la cama, con cara de
dormida y enseguida me preguntó qué pasó la noche anterior. Me encantaba las
caras que iba poniendo cada vez que le contaba algo nuevo, era de película.
-Pero mañana se va…-cuando dije eso bajé
la cabeza.
-Ey, tranquila, pronto os veréis, ya lo
verás, y sino, hablaréis por teléfono o lo que sea. No te preocupes que no se
va a olvidar de ti.
-¿Interrumpo algo?- Pablo había vuelto
y estaba asomando la cabeza por la puerta de la cocina donde estábamos de
tertulia-. No, Olatz, no me voy a olvidar de ti, eso ténlo clarísimo.
-Bueno parejita, yo os dejo solos que
no quiero parecer la sujetavelas aquí. Voy a ducharme, dentro de un rato
vuelvo.
Alba tan detallista como siempre. Pablo
le cortó el paso:
-Tss, tú de sujetavelas nada, tú mejor
amiga de los dos y punto- le guiñó el ojo y dejó a Alba un tanto descolocada.
-Estoy asustada, Pablo…-le dije yo, con
la voz temblorosa, una vez estuvimos solos.
-No tienes razones por los que estarlo…
Siempre te llevaré conmigo. ¿Recuerdas aquella promesa que me hiciste, que
siempre irías de mi mano? Tienes que cumplirla.
Acto seguido me abrazó. Él no lo dijo,
pero yo sabía que él también estaba asustado por lo que pudiera pasar. Al día
siguiente nos tendríamos que despedir sin saber cuándo nos volveríamos a ver.
La tarde pasó entre sonrisas y
sentimientos, muchos sentimientos que salieron a la luz. Sentimientos como
confianza, amor, dulzura, cariño, miedo, aprecio, sensibilidad, tristeza,
melancolía, etc.
Llegó la noche y ninguno de los dos
queríamos dormir, porque sabíamos que, después de aquellas horas de sueño,
llegaría el momento de las despedidas, y no soportaríamos eso…
Abrazados nos quedamos dormidos, él se
durmió primero y, cuando se adentró en sus sueños, yo conseguí adentrarme en
sus pensamientos… Ví su infancia feliz, su adolescencia envuelta en música y más
música, amores y desamores, anécdotas, pero, sobre todo, lo que me impactó fue
aquél sentimiento: encontré un sentimiento con mi nombre grabado…Junto a aquél
sentimiento me quedé dormida, hasta despertarme a la mañana siguiente.
La hora del desayuno fue muy callada,
lo único que se escuchaban eran los comentarios de Alba, intentando romper el
hielo.
Llegó la hora de ir al aeropuerto. Yo
no quería pero Pablo me pidió que fuese. Me temblaba todo. Me puse a llorar
como una tonta. Él no lo pudo soportar, dejó las maletas en el suelo y me abrazó
fuerte. Diciéndome que no pasaba nada, que la distancia nos haría más fuertes,
reforzaría nuestro amor y lo haría invencible.
-Te quiero mucho, no me quiero separar
de ti…-le dije yo entre sollozos.
Pablo se apartó un poco, con una lágrima
en el rabillo de su ojo, me cojió de la cara y me dijo:
-Eres lo mejor que me ha pasado en la
vida, y, si pudiera, te prometo que me quedaría aquí, contigo…Tengo que irme,
pero te prometo que en breve nos veremos. Sea como sea pero nos veremos.
Simplemente porque tú has hecho que vea el amor desde otro punto de vista.
Aquél último abrazo antes de que
embarcara fue inolvidable…Era un cúmulo de sentimientos en el que reinaban la
añoranza y la tristeza.
Justo cuando me miró por última vez,
cuando me dí la vuelta y abracé a Alba por la impotencia que sentía, vino una
frase a mi cabeza.
-¡PABLO! –Lo dije casi gritando, para
que me pudiera oír.
Él enseguida
se giró.
-EZERK EZ GAITU BANANDUKO!
A metros de distancia entre nosotros
dos, con la mirada de cada uno de los miembros que se encontraban alrededor
clavadas en nosotros, una lágrima recorrió por nuestras mejillas al recordar
aquella frase.
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