jueves, 1 de marzo de 2012

10. NADA NOS PODRÁ SEPARAR JAMÁS...


Cada vez el éxtasis era mayor. Nunca antes había sentido aquello, aquella pasión, esas ganas locas de sentir el rozamiento de nuestra piel. Aquella noche de primavera, en ese momento, solo existíamos nosotros, rodeados de aquél universo que viviría el momento más especial de mi vida, el momento en el que dos cuerpos se unirían.
         Sin pensármelo dos veces metí la mano por dentro de su camiseta. Sentí que un escalofrío recorrió aquél cuerpo que ahora poseía entre mis manos. Pablo se separó unos centímetros, lo mínimo para verme los ojos, mientras respiraba extasiado, estremecido, excitado.
         -¿Segura?- aquél susurro salió de su boca sugerente.
         Me mordí el labio, excitada, al sentir su cuerpo contra el mío. No fueron necesarias las palabras para que Pablo tomará aquello como un sí.
         Entre beso y beso hizo el amago de quitarme la camiseta, pero aprovechó el momento en el que me dejé llevar para que pudiera quitármela mejor para cogerme de la cintura y ponerme tumbada en el sofá, de modo que ahora él estaba encima, acariciando mi cuerpo, con su delicadeza, su sensibilidad, su tacto. Le quité la camiseta y suspiré cuando volví a ver su torso. Esos abdominales, esos pectorales, aquellos brazos con el que me agarraba. Poco a poco, pasionalmente, entre beso y respiración a mil, nos fuimos desnudando mutuamente hasta que, por fin, pasó. Nuestros cuerpos nos unieron. Al principio el dolor pero después el placer aterrizaron sobre mí por primera vez.
         Él estaba constantemente observándome, observando cada movimiento que hacía, acariciándome suavemente, besándome en el cuello, reclamándome más y más besos.
         Las respiraciones cada vez eran más fuertes, se sincronizaron, hasta que llegó el momento en el que las estrellas brillaron más que ningún otro momento, nuestras pieles se erizaron, nuestra respiración cesó por unos segundos, el momento de más éxtasis llegó, y con él, el punto en el que no puedes sentir más placer.
         Al cabo de unos minutos nos miramos, viendo en los ojos del otro el momento que acabábamos de vivir por primera vez juntos.
         La luna tenía más luz que nunca, mi corazón latía más sincero que nunca.
         -Ezerk ez gaitu bananduko…¿No querías aprender euskera? Ahí tienes…-le dije yo, mientras le miraba a los ojos.
         -Te amo con locura. No sé lo que significa pero seguro que es precioso. ¿Te…ha dolido?-me preguntó él, algo tímido por aquél tema, pero preocupándose por mí.
         -No, tranquilo, estoy bien. Me has tratado con mucha delicadeza. Siempre había soñado con algo así, pero ya, siendo contigo, soy la mujer más feliz del mundo.
         Sonrió, y me abrazó. Nos quedamos abrazados durante bastantes minutos, mientras él me daba besos en la cabeza de vez en cuando, y mientras yo hacía que se estremeciera cada vez que le besaba en el cuello, disfrutando de aquél olor a caramelo que lo caracterizaba.
         A la mañana siguiente, Pablo tenía que irse a coger los billetes para el avión para el día siguiente, pero yo no quería ir, no podría soportar ver cómo compraba los billetes para separarse, alejarse, de mí. Quería que empezara el día con una sonrisa, porque sabía que el día siguiente iba a ser duro, por lo que cojí un trozo de papel y escribí: ‘’Ezerk ez gaitu bananduko…’’. Él todavía no sabía el significado de aquello pero supondría que le haría ilusión al recordar la noche anterior. Cojí la nota, la doblé y la metí en su cartera, de modo que,  cuando fuera a sacar el dinero, la leería.
         Estaba deseosa por que llegara a casa para ver su reacción ante el hecho que quería que ocurriera.
         Alba se levantó de la cama, con cara de dormida y enseguida me preguntó qué pasó la noche anterior. Me encantaba las caras que iba poniendo cada vez que le contaba algo nuevo, era de película.
         -Pero mañana se va…-cuando dije eso bajé la cabeza.
         -Ey, tranquila, pronto os veréis, ya lo verás, y sino, hablaréis por teléfono o lo que sea. No te preocupes que no se va a olvidar de ti.
         -¿Interrumpo algo?- Pablo había vuelto y estaba asomando la cabeza por la puerta de la cocina donde estábamos de tertulia-. No, Olatz, no me voy a olvidar de ti, eso ténlo clarísimo.
         -Bueno parejita, yo os dejo solos que no quiero parecer la sujetavelas aquí. Voy a ducharme, dentro de un rato vuelvo.
         Alba tan detallista como siempre. Pablo le cortó el paso:
         -Tss, tú de sujetavelas nada, tú mejor amiga de los dos y punto- le guiñó el ojo y dejó a Alba un tanto descolocada.
         -Estoy asustada, Pablo…-le dije yo, con la voz temblorosa, una vez estuvimos solos.
         -No tienes razones por los que estarlo… Siempre te llevaré conmigo. ¿Recuerdas aquella promesa que me hiciste, que siempre irías de mi mano? Tienes que cumplirla.
         Acto seguido me abrazó. Él no lo dijo, pero yo sabía que él también estaba asustado por lo que pudiera pasar. Al día siguiente nos tendríamos que despedir sin saber cuándo nos volveríamos a ver.
         La tarde pasó entre sonrisas y sentimientos, muchos sentimientos que salieron a la luz. Sentimientos como confianza, amor, dulzura, cariño, miedo, aprecio, sensibilidad, tristeza, melancolía, etc.
         Llegó la noche y ninguno de los dos queríamos dormir, porque sabíamos que, después de aquellas horas de sueño, llegaría el momento de las despedidas, y no soportaríamos eso…
         Abrazados nos quedamos dormidos, él se durmió primero y, cuando se adentró en sus sueños, yo conseguí adentrarme en sus pensamientos… Ví su infancia feliz, su adolescencia envuelta en música y más música, amores y desamores, anécdotas, pero, sobre todo, lo que me impactó fue aquél sentimiento: encontré un sentimiento con mi nombre grabado…Junto a aquél sentimiento me quedé dormida, hasta despertarme a la mañana siguiente.
         La hora del desayuno fue muy callada, lo único que se escuchaban eran los comentarios de Alba, intentando romper el hielo.
         Llegó la hora de ir al aeropuerto. Yo no quería pero Pablo me pidió que fuese. Me temblaba todo. Me puse a llorar como una tonta. Él no lo pudo soportar, dejó las maletas en el suelo y me abrazó fuerte. Diciéndome que no pasaba nada, que la distancia nos haría más fuertes, reforzaría nuestro amor y lo haría invencible.
         -Te quiero mucho, no me quiero separar de ti…-le dije yo entre sollozos.
         Pablo se apartó un poco, con una lágrima en el rabillo de su ojo, me cojió de la cara y me dijo:
         -Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y, si pudiera, te prometo que me quedaría aquí, contigo…Tengo que irme, pero te prometo que en breve nos veremos. Sea como sea pero nos veremos. Simplemente porque tú has hecho que vea el amor desde otro punto de vista.
         Aquél último abrazo antes de que embarcara fue inolvidable…Era un cúmulo de sentimientos en el que reinaban la añoranza y la tristeza.
         Justo cuando me miró por última vez, cuando me dí la vuelta y abracé a Alba por la impotencia que sentía, vino una frase a mi cabeza.
         -¡PABLO! –Lo dije casi gritando, para que me pudiera oír.
Él enseguida se giró.
         -EZERK EZ GAITU BANANDUKO!
         A metros de distancia entre nosotros dos, con la mirada de cada uno de los miembros que se encontraban alrededor clavadas en nosotros, una lágrima recorrió por nuestras mejillas al recordar aquella frase.

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