Aquél abrazo
me hizo sentir dolida conmigo misma por lo que había provocado… Lo último que quería
en aquél momento era hacerle daño a Pablo. Él era mi confidente en aquél
momento, la persona con la que quería sentir todos los sentimientos existentes
en este mundo.
-Anda, déjame que te cure la herida…-le
dije a Pablo después de secarle la herida que amenazaba con caer de su ojo.
-No, déjame que te cure yo la tuya.
Dicho eso, Pablo puso una cara de
locura; me quitó la gasa que tenía en la mano, me acercó a él mientras me cojía
de mi mano y me besó con pasión, como si no hubiera mañana. Mi cuerpo estremeció
de repente. Cada vez que sentía su calor a mi alrededor era como si el mundo
fuera una estrella fugaz que se apaga en el momento en el que él y yo estamos
juntos. Los rayos de sol entrando por la ventana de mi salón, nuestras pieles
erizadas por la pasión, el sonido de la mañana, sonido que en ese momento ignorábamos
por estar tan sumergidos en el cuerpo del otro. Entre susurros le dije a Pablo
si quería que fuésemos a la habitación, pero, antes de que me dejara terminar
la frase, me cojió en brazos y me llevo hasta allí. Cerró la puerta de mi
habitación y, después de dejarme a mí en la cama, siguiendo ese acto por una
sonrisa, fue a cerrar las persianas cuidadosamente, momento que aproveché para
atacar por detrás. Me enganché a su espalda y comencé a besarle en el cuello
mientras le acariciaba el cuerpo. Noté cómo estremeció de repente ante aquellas
caricias y de pronto le dí la vuelta y perdí el control. Comencé a desnudarlo a
él y a desnudarme a mí. He de reconocer que Pablo me volvía loca. No podía
tenerlo a mi lado, tan pegado a mí y no cometer una locura.
-Para, para, para… No puedo, Olatz…-me
dijo él, triste.
-Perdón…-me sentía mal.
-No es cosa tuya pero quizás sea que no
es el día… Lo siento cielo, estoy muy cansado, he dormido muy mal…
-¿Nos tumbamos en la cama e intentamos
dormir un poco? Nos vendrá bien a los dos.-le dije yo, con una sonrisa en la
cara.
-Me encantas cuando sonríes. De
acuerdo.
Nos pusimos cómodos y nos acomodamos en
la cama. Esta vez nos pusimos los dos de frente, de modo que yo tenía mi cabeza
debajo de la de Pablo, así que él se pasó un buen rato besándome en la cabeza. Teníamos
los dedos entrelazados, un símbolo de unión que siempre quise probar y que
ahora estaba viviendo junto a mi príncipe azul.
Nos dormimos, y para cuando nos
despertamos ya eran más de las 3 del mediodía. Me dí cuenta de que no sabía
nada de Alba, pero no le dí la más mínima importancia, ya que, al fin y al
cabo, ya era bastante mayorcita para controlarse.
Comimos algo y nos tumbamos en el sofá.
Teníamos un plan de esos en los que no haces nada pero estás demasiado a gusto
como para salir de casa: sofá, tele y palomitas.
Pablo se durmió, y mientras él estaba
dormido me vino a la cabeza una persona especial para mí. Hablo de una persona
que, desde el minuto uno, ha demostrado estar ahí siempre, y, a pesar de la
distancia, hacer sentirla cerca gracias a sus intentos de hacerte sonreír o
emocionarte con unas simples palabras. La conocí a través de la novela que está
escribiendo, ¡menuda novela! Empecé a hablar con ella y, poco a poco, nos hemos
ido conociendo más y más, hasta el punto en el que creo que somos inseparables.
Es una de esas personas que conocí gracias a Pablo y con la que sueño poder
abrazar algún día. Esa personita se llama Vero. Es alguien en la que puedes
depositar toda tu confianza porque sabes que te ayudará con lo que sea, aunque
ella esté peor que tú. En todos los días en los que he estado sin ganas o
simplemente de bajón, ella ha estado ahí, protegiéndome de los malos momentos y
haciéndome sonreír minuto sí minuto también. Por esa razón y por muchas otras
fue por lo que aterrizó a mi mente aquella tarde.
Sumergida en los momentos vividos junto
a Vero, me quedé dormida yo también.
Cuando desperté, como de costumbre,
Pablo no estaba ahí. Fui a la cocina con la intención de encontrármelo allí
pero no estaba, y tampoco en las demás estancias de la casa.
Salí a la terraza y observé que había
una chica que se me hacía conocida debajo de mi casa. La miré de arriba abajo y
me dí cuenta de quién era. Aquella chica con la que tantas pesadillas tuve
mientras Pablo estuvo fuera, aquella chica que abrazó a Pablo cuando todavía no
nos hablábamos. De pronto ví bajar a Pablo por las escaleras. ¿Qué estaba
pasando?
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