martes, 27 de marzo de 2012

15. ME ENCANTAS CUANDO SONRÍES


Aquél abrazo me hizo sentir dolida conmigo misma por lo que había provocado… Lo último que quería en aquél momento era hacerle daño a Pablo. Él era mi confidente en aquél momento, la persona con la que quería sentir todos los sentimientos existentes en este mundo.
         -Anda, déjame que te cure la herida…-le dije a Pablo después de secarle la herida que amenazaba con caer de su ojo.
         -No, déjame que te cure yo la tuya.
         Dicho eso, Pablo puso una cara de locura; me quitó la gasa que tenía en la mano, me acercó a él mientras me cojía de mi mano y me besó con pasión, como si no hubiera mañana. Mi cuerpo estremeció de repente. Cada vez que sentía su calor a mi alrededor era como si el mundo fuera una estrella fugaz que se apaga en el momento en el que él y yo estamos juntos. Los rayos de sol entrando por la ventana de mi salón, nuestras pieles erizadas por la pasión, el sonido de la mañana, sonido que en ese momento ignorábamos por estar tan sumergidos en el cuerpo del otro. Entre susurros le dije a Pablo si quería que fuésemos a la habitación, pero, antes de que me dejara terminar la frase, me cojió en brazos y me llevo hasta allí. Cerró la puerta de mi habitación y, después de dejarme a mí en la cama, siguiendo ese acto por una sonrisa, fue a cerrar las persianas cuidadosamente, momento que aproveché para atacar por detrás. Me enganché a su espalda y comencé a besarle en el cuello mientras le acariciaba el cuerpo. Noté cómo estremeció de repente ante aquellas caricias y de pronto le dí la vuelta y perdí el control. Comencé a desnudarlo a él y a desnudarme a mí. He de reconocer que Pablo me volvía loca. No podía tenerlo a mi lado, tan pegado a mí y no cometer una locura.
         -Para, para, para… No puedo, Olatz…-me dijo él, triste.
         -Perdón…-me sentía mal.
         -No es cosa tuya pero quizás sea que no es el día… Lo siento cielo, estoy muy cansado, he dormido muy mal…
         -¿Nos tumbamos en la cama e intentamos dormir un poco? Nos vendrá bien a los dos.-le dije yo, con una sonrisa en la cara.
         -Me encantas cuando sonríes. De acuerdo.
         Nos pusimos cómodos y nos acomodamos en la cama. Esta vez nos pusimos los dos de frente, de modo que yo tenía mi cabeza debajo de la de Pablo, así que él se pasó un buen rato besándome en la cabeza. Teníamos los dedos entrelazados, un símbolo de unión que siempre quise probar y que ahora estaba viviendo junto a mi príncipe azul.
         Nos dormimos, y para cuando nos despertamos ya eran más de las 3 del mediodía. Me dí cuenta de que no sabía nada de Alba, pero no le dí la más mínima importancia, ya que, al fin y al cabo, ya era bastante mayorcita para controlarse.
         Comimos algo y nos tumbamos en el sofá. Teníamos un plan de esos en los que no haces nada pero estás demasiado a gusto como para salir de casa: sofá, tele y palomitas.
         Pablo se durmió, y mientras él estaba dormido me vino a la cabeza una persona especial para mí. Hablo de una persona que, desde el minuto uno, ha demostrado estar ahí siempre, y, a pesar de la distancia, hacer sentirla cerca gracias a sus intentos de hacerte sonreír o emocionarte con unas simples palabras. La conocí a través de la novela que está escribiendo, ¡menuda novela! Empecé a hablar con ella y, poco a poco, nos hemos ido conociendo más y más, hasta el punto en el que creo que somos inseparables. Es una de esas personas que conocí gracias a Pablo y con la que sueño poder abrazar algún día. Esa personita se llama Vero. Es alguien en la que puedes depositar toda tu confianza porque sabes que te ayudará con lo que sea, aunque ella esté peor que tú. En todos los días en los que he estado sin ganas o simplemente de bajón, ella ha estado ahí, protegiéndome de los malos momentos y haciéndome sonreír minuto sí minuto también. Por esa razón y por muchas otras fue por lo que aterrizó a mi mente aquella tarde.
         Sumergida en los momentos vividos junto a Vero, me quedé dormida yo también.
         Cuando desperté, como de costumbre, Pablo no estaba ahí. Fui a la cocina con la intención de encontrármelo allí pero no estaba, y tampoco en las demás estancias de la casa.
         Salí a la terraza y observé que había una chica que se me hacía conocida debajo de mi casa. La miré de arriba abajo y me dí cuenta de quién era. Aquella chica con la que tantas pesadillas tuve mientras Pablo estuvo fuera, aquella chica que abrazó a Pablo cuando todavía no nos hablábamos. De pronto ví bajar a Pablo por las escaleras. ¿Qué estaba pasando?    

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